Soja libre de deforestación: la exigencia europea que tensiona al campo

El reglamento europeo que exige que las exportaciones de soja y otros productos agroindustriales provengan de zonas libres de deforestación ha vuelto al centro del debate en Argentina. A pesar de haberse postergado su entrada en vigencia hasta el 1° de enero de 2026, los actores de la cadena agroindustrial advierten que el país aún enfrenta serias dificultades para cumplir con algunos de sus requisitos clave, en especial, la exigencia de segregación física de los granos para la soja.
¿Un nuevo desafío para la soja?
El reglamento 1115/2023 de la Unión Europea fue aprobado en 2023 y busca garantizar que productos como soja, carne, café o cacao no provengan de áreas deforestadas después del 31 de diciembre de 2020. Para ello, exige trazabilidad total, geolocalización de las parcelas de producción y una declaración de debida diligencia por parte de los operadores europeos. La medida, enmarcada en el Pacto Verde Europeo, se aplica tanto a productos europeos como importados, y apunta a responder a la creciente presión ciudadana por prácticas más sostenibles frente al cambio climático.
En Argentina, el tema fue abordado en un reciente encuentro organizado por el Instituto de Capacitación Agropecuaria (Incagro), donde participaron funcionarios europeos y referentes del sector agroexportador. Allí, Viki Lövenberg, consejera de la Delegación de la UE, defendió la normativa al asegurar que busca coherencia con los compromisos climáticos globales y representa una oportunidad para que Argentina fortalezca su posición como proveedor sostenible.

En ese marco, destacó el rol de la plataforma VISEC, una herramienta nacional de trazabilidad desarrollada en conjunto entre el sector público y privado, que permite verificar que los granos exportados cumplan con las exigencias ambientales europeas. VISEC se apoya en registros como el RENSPA y la Carta de Porte, y ya cuenta con el respaldo de la Bolsa de Comercio de Rosario, que emite los certificados de cumplimiento.
Gustavo Idígoras, presidente de CIARA-CEC, coincidió en que la adaptación es inevitable y llamó a toda la cadena a integrarse al sistema. “Falta poco tiempo y tenemos que estar preparados. VISEC es una plataforma confiable, gratuita y transparente”, sostuvo. No obstante, advirtió que la segregación física sigue siendo el “escollo más grande” de cara a la implementación del reglamento europeo.
La segregación implica mantener separada la soja producida bajo certificación de áreas libres de deforestación respecto de aquella que no cumple con ese estándar. Esto supone un gran desafío logístico, económico y técnico para la cadena comercial de la soja, que habitualmente opera con granos mezclados de distintos orígenes.

Idígoras admitió que se trata de una exigencia difícil de cumplir en la práctica. “Es costosa y de irracional implementación, pero por ahora es obligatoria y debemos adaptarnos hasta que la normativa pueda ser modificada”, señaló.
El tono más crítico fue el de Fernando Rivara, presidente de la Federación de Acopiadores, quien comparó la exigencia con “pretender que los bancos separen los billetes según el barrio del depositante”. Según explicó, esta medida encarecería el proceso logístico y podría incluso aumentar el impacto ambiental: el secado artificial de granos húmedos —evitable en sistemas de mezcla— demandaría gran consumo de gasoil. “Para bajar un punto de humedad en un camión de 30 toneladas, se necesitan 75 litros de combustible”, ejemplificó.
Pese a las diferencias, hubo consenso en que Argentina ya dio pasos importantes para adecuarse al nuevo escenario global. La plataforma VISEC es vista como un avance concreto hacia una trazabilidad robusta, y su implementación masiva será clave para acceder al mercado europeo.

El desafío que persiste es cómo lograr una aplicación eficiente, sin ahogar al productor con costos imposibles ni al país con exigencias técnicas ajenas a su realidad. El reglamento europeo marca un antes y un después en la agenda comercial internacional, y su éxito dependerá, en buena medida, de encontrar soluciones pragmáticas a exigencias como la segregación física, el nuevo gran dilema de la soja argentina.
Con información de InfoCampo