La Niña pierde fuerza en la campaña gruesa: las lluvias violentas y fenómenos extremos


Los últimos indicadores climáticos muestran un cambio significativo en la influencia de La Niña sobre la campaña agrícola gruesa en Argentina. Si bien la reducción en la severidad del fenómeno trae alivio para el sector rural en términos de lluvias, también genera una mayor preocupación por el incremento en la frecuencia y la intensidad de tormentas violentas y eventos climáticos extremos durante el verano.

Un cambio en las expectativas climáticas durante La Niña

El fenómeno de La Niña, que en principio parecía ser uno de los más marcados desde el año 2000, ha mostrado señales de debilitamiento. Según el consultor climático Alfredo Elorriaga, este cambio se debe al calentamiento inusual de los océanos, que ha modificado el comportamiento del sistema.

“La probabilidad de La Niña en diciembre ha caído del 71% al 57% en solo un mes. Esto indica que su influencia será mucho menos significativa en términos de severidad y duración, con mayor neutralidad climática durante el verano”, explicó Elorriaga.

Este debilitamiento tiene implicancias importantes:

  • Más precipitaciones: La neutralidad fría asociada al fenómeno permitirá un régimen de precipitaciones más regular, beneficiando a los cultivos en gran parte del país.
  • Menos estabilidad climática: El calentamiento de las superficies oceánicas, tanto del Pacífico como del Atlántico, actúa como combustible para tormentas más violentas y otros fenómenos disruptivos.
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El lado positivo: mejores condiciones para los cultivos

Para el sector rural argentino, la menor influencia de La Niña es una buena noticia. Las lluvias previstas para diciembre, enero y febrero son clave para los cultivos de soja, maíz y girasol, que dependen de una adecuada disponibilidad hídrica en estas etapas críticas de desarrollo.

“Este escenario de neutralidad fría es alentador para la agricultura local, ya que elimina en gran parte los efectos adversos que se habían proyectado al inicio del año, cuando se esperaba una Niña más intensa”, destacó Elorriaga.

Sin embargo, la disminución de La Niña no es del todo positiva. La alteración en los sistemas oceánicos y atmosféricos genera un panorama de mayor inestabilidad climática.

“El calentamiento de los océanos está asociado a un aumento en la frecuencia y severidad de tormentas violentas. Las temperaturas más altas en las superficies del Atlántico y el Pacífico proporcionan las condiciones ideales para fenómenos extremos como fuertes precipitaciones , granizadas y vientos intensos”, advirtió el especialista.

Impacto global y local

Aunque el debilitamiento de La Niña es beneficioso para la agricultura en Argentina, no lo es para el equilibrio climático global. Elorriaga señaló que este tipo de alteraciones puede desencadenar efectos secundarios en otras regiones del mundo, aumentando el riesgo de desastres naturales.

“Es ingenuo pensar que un cambio en la intensidad de La Niña no generará consecuencias. Hay un efecto de acción y reacción que debemos considerar, especialmente con océanos más cálidos que favorecen eventos extremos”, concluyó.

La transición de una fuerte Niña a una neutralidad fría abre un panorama mixto para el verano argentino. Por un lado, promete un alivio hídrico para los cultivos, mientras que por otro aumenta la amenaza de tormentas más destructivas. Esta dualidad climática pone de manifiesto la necesidad de adaptarse a un entorno cada vez más inestable, tanto a nivel local como global.