El termómetro del campo: ¿Cuántos kilos de soja y novillo para comprar una camioneta?


En un contexto de estabilidad cambiaria y desaceleración inflacionaria, los productores del campo argentino vuelven a mirar con atención un indicador clave para la toma de decisiones: la relación insumo-producto. Más allá del precio internacional de los granos o la cotización del dólar, lo que verdaderamente marca el pulso del negocio es cuánto rinden esos productos frente a los principales bienes e insumos del sector.

El informe “Data Clave” de Expoagro, correspondiente a junio de 2025, traza una radiografía precisa de ese escenario. El trabajo muestra diferencias marcadas entre los distintos rubros del agro: mientras la soja enfrenta dificultades para acceder a bienes de capital, el maíz muestra una recuperación parcial, y el novillito emerge como el gran ganador en términos de poder de compra.

Soja: entre insumos más accesibles y maquinaria más cara

Durante mayo, la soja mostró algunas mejoras en su relación con los insumos corrientes. Por ejemplo, se necesitó un 23% menos de soja que un año atrás para adquirir un litro de glifosato, y un 8% menos para cargar un litro de gasoil. Incluso, en lo que respecta a la compra de pick-ups, hubo una leve mejora interanual, con una reducción del 2% en los kilos requeridos frente a mayo de 2024.

Sin embargo, cuando se observa la capacidad de la soja para adquirir bienes de capital, la situación cambia. Comprar una cosechadora hoy exige un 7% más de toneladas de soja que hace un año, y un 43% más que el promedio de los últimos cinco años. En el caso de una pick-up, aún se necesitan un 16% más de toneladas que el promedio histórico.

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A esto se suma el encarecimiento de la logística: transportar una carga a 300 kilómetros exige un 4% más de soja que hace un año, y un 47% más que el promedio entre 2020 y 2025.

En resumen, la soja gana algo de aire frente a los insumos operativos, pero encuentra serias limitaciones para invertir en maquinaria o enfrentar costos logísticos.

Maíz: fertilizantes más accesibles, pero con logística en contra

El maíz también exhibe señales mixtas. La relación con la semilla mejoró marginalmente: se requieren 788 kilos de maíz para comprar 40 kilos de semilla, apenas un 1% menos que el año pasado. En cuanto a fertilizantes, se destaca una mejora del 9% en la relación con la urea.

La compra de maquinaria también mostró un repunte: se necesitan 2.600 toneladas de maíz para adquirir una cosechadora, 292 menos que un año atrás. No obstante, respecto del mes anterior, esta cifra empeoró en 205 toneladas.

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El gasoil presenta una relación positiva interanual, con una mejora del 13%, aunque el indicador mensual revela una leve desmejora.

La gran cuenta pendiente del maíz sigue siendo la logística: transportar una carga a 300 kilómetros demanda hoy 195 kilos de grano, un 21% más que el promedio de los últimos cinco años.

En síntesis, el maíz mantiene una mejor relación con los insumos clave, pero aún no logra revertir el impacto negativo del encarecimiento en maquinaria y transporte.

Novillito: el gran ganador del poder de compra

Donde sí hay una mejora clara es en la ganadería. El novillito recuperó poder adquisitivo en casi todos los frentes. En relación al maíz, por ejemplo, se fortaleció un 14% interanual. Para comprar una pick-up en mayo, se necesitaban 14.303 kilos de novillo, una mejora del 18% frente al año anterior.

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También mejoró su capacidad de compra frente al gasoil (25% más) y a los tractores (7% más). El único indicador que se mantuvo sin cambios fue el relacionado con la alfalfa, aunque no mostró retrocesos.

Este desempeño posiciona al novillito como el producto con mayor poder de compra interanual, en un escenario en el que la ganadería, a diferencia de la agricultura, comienza a mostrar signos claros de recomposición.

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Una nueva brújula para el agro

El análisis de estas relaciones revela una dinámica que ya se percibe en el terreno: la ganadería se encamina a recuperar rentabilidad, mientras que la agricultura ve acotada su capacidad de inversión. La estabilidad macroeconómica actual brinda la posibilidad de mirar más allá de los precios nominales y enfocar las decisiones productivas en lo que realmente importa: cuántos kilos hacen falta para avanzar.