Récord en importación de fertilizantes: ¿mayor cuidado del suelo o producción insuficiente?


Las importaciones de fertilizantes en Argentina registraron un aumento significativo durante los primeros diez meses de 2025, consolidando a este año como uno de los periodos de mayor consumo de la historia reciente. Según datos de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), entre enero y octubre se importaron 3,4 millones de toneladas, un 19% más que en el mismo período de 2024. En términos económicos, el valor de estas compras externas alcanzó los US$ 1.926 millones, un 38% más que el año pasado.

El crecimiento del consumo de fertilizantes se vincula estrechamente con la expansión de la producción agrícola, en particular de trigo y maíz, cultivos que concentran aproximadamente el 70% de la demanda nacional de estos insumos. En el caso del maíz, la superficie sembrada podría alcanzar 9,7 millones de hectáreas, un aumento del 17%, lo que se traduce en una necesidad mayor de nutrientes estratégicos como nitrógeno y fósforo.

Entre los productos más demandados se destacan la urea y el fosfato monoamónico (MAP). Estos representan el 56% del volumen y el 61% del valor de los fertilizantes importados en 2024, y para 2025 ya acumulan incrementos del 32% en urea y 19% en MAP, superando los 2 millones de toneladas. Además, los precios promedio de ambos productos crecieron significativamente: 17% la urea y 22% el MAP, reflejando la presión de los mercados internacionales.

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Dependencia externa y producción local

El dato del aumento de importaciones de fertilizantes no es menor: en los últimos cinco años, el 67% de los fertilizantes consumidos en Argentina provino del exterior. Parte de esta dependencia se explica por interrupciones en la producción local. Por ejemplo, Profertil atravesó en 2025 dos paradas de planta, una programada entre octubre y diciembre y otra derivada de las inundaciones de marzo, reduciendo la oferta interna.

Pese a estas limitaciones, la producción agrícola nacional sigue mostrando resultados históricos. Según la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, la producción de granos alcanzaría 25,5 millones de toneladas, un 13,8% más que el último récord de la campaña 2021/22. Este logro vuelve a poner en agenda la salud del suelo como base de los sistemas agrícolas, especialmente en el marco del Día Mundial del Suelo.

Estrategias de fertilización sustentable

Para garantizar rendimientos sostenibles, Profertil remarca que los grandes volúmenes productivos deben acompañarse de prácticas agrícolas responsables. Entre ellas se incluyen los análisis periódicos de suelo, el mapeo satelital y la aplicación eficiente de nutrientes, siguiendo el modelo de las “4R” de la nutrición vegetal: fuente correcta, dosis correcta, momento correcto y lugar correcto.

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Estas estrategias no solo buscan maximizar la productividad, sino también preservar la fertilidad del suelo, un recurso esencial que condiciona la rentabilidad y la sostenibilidad de la agricultura argentina a largo plazo.

Costos, volatilidad y perspectivas

El aumento en el consumo de fertilizantes se produce en un contexto de precios internacionales elevados y volátiles, que mantienen la tensión sobre los costos de producción. Aunque los valores máximos observados en julio y agosto comenzaron a moderarse, el mercado sigue muy por encima de los niveles previos, generando un desafío para los productores: sostener rindes competitivos sin comprometer la rentabilidad.

Desde la Cámara de la Industria Argentina de Fertilizantes y Agroquímicos (CIAFA), se proyecta que esta tendencia continuará al alza y que 2025 podría cerrar con un nuevo incremento en el consumo, impulsado por la expansión del maíz, la solidez del trigo y la creciente adopción de tecnologías de precisión.

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Entre la productividad y la dependencia

El récord de importaciones evidencia un sector agrícola que apuesta a mayor productividad y calidad, pero también expone vulnerabilidades. La dependencia de insumos importados y la exposición a las fluctuaciones del mercado global generan riesgos que requieren estrategias inteligentes y sostenibles.

El desafío central será convertir este crecimiento en una política integral, que combine eficiencia económica, cuidado del suelo y una reducción de la exposición a shocks externos, garantizando que la agricultura argentina siga siendo competitiva sin comprometer la salud de sus recursos naturales.