Ganadería de superficie: la fórmula que es furor en Europa

En medio del debate global por una agricultura más limpia, el concepto de “ganadería basada en superficie” –o ganadería de área asignada– gana terreno entre científicos, legisladores y productores europeos. La idea es simple: el número de animales que aloja una granja no debe superar la capacidad de sus propias hectáreas para producir el forraje necesario y absorber, como fertilizante, el estiércol generado. Así se evita “exportar” excedentes contaminantes a otras regiones y se recrea un ciclo virtuoso de nutrientes dentro del establecimiento.
¿Cómo funciona este modelo de ganadería?
La fórmula de la ganadería se expresa en unidades de ganado (UG) por hectárea. En la normativa orgánica de la Unión Europea, el límite es de 2 UG/ha, equivalente a dos vacas lecheras adultas o siete cerdos de engorde. Ese umbral se calibra sobre la cantidad de nitrógeno que un suelo puede retener sin lavar hacia las napas ni volatilizarse como óxido nitroso, un gas de efecto invernadero 300 veces más potente que el CO₂.
Para cumplir la regla, el productor debe:
- Cultivar la mayor parte del alimento dentro del predio —cereales, pasturas o leguminosas— reduciendo la dependencia de soja o pellet importados.
- Esparcir el estiércol solo en sus lotes, evitando sobrecargar el terreno o recurrir a la venta del purín a otros campos.
- Registrar balances de nutrientes que demuestren que el ingreso de nitrógeno y fósforo no supera la salida vía cosecha.

Vieja conocida de la agricultura ecológica
La ganadería de superficie no salió de un think‑tank: es un pilar de la producción orgánica desde los años 90. En esas explotaciones mixtas, la vaca es vista menos como “fábrica de carne o leche” y más como engranaje de un sistema circular que nutre al cultivo y viceversa.
“Cuando el estiércol repone exactamente lo que el forraje extrajo, se minimizan lixiviación y gases”, resume Martin Häusling, eurodiputado verde y productor lácteo. “No se trata de volver al pasado romántico, sino de usar datos y manejo moderno para cerrar ciclos”.
Agricultura convencional: excedentes y regulaciones
En la producción intensiva –sobre todo en regiones porcinas del noroeste alemán o del este holandés– la densidad animal triplica el límite orgánico. El resultado: sobrantes de estiércol con alto contenido de nitratos que terminan en campos a cientos de kilómetros o en plantas de biogás que tampoco resuelven del todo el problema de nutrientes.

Para frenar la “fuga” de nitrógeno, Bruselas viene endureciendo la Directiva de Nitratos y los planes nacionales de fertilización. En Alemania, las zonas rojas con acuíferos contaminados ya obligan a reducir la dosis de abono químico y orgánico, lo que achica el margen productivo de las granjas más cargadas.
El Plan Climático 2050 alemán y estrategias similares en Bélgica y Dinamarca plantean alinear subsidios para nuevas instalaciones ganaderas con un techo de 2 UG/ha. Además, incentivan cultivar leguminosas locales –guisantes, haba, soja nórdica– para recortar la importación de proteína. Junto con sistemas agroforestales y expansión del sello orgánico, la asignación territorial figura como herramienta clave para bajar la huella ambiental del sector.
No todo es tan sencillo como ajustar un número. En las cuencas ganaderas el precio de la tierra se disparó, lo que dificulta a las granjas intensivas adquirir hectáreas extras para “diluir” su estiércol. La otra opción es reducir cabezas, pero eso implica menos litros o kilos vendidos y, por ende, menos ingresos.
“Pasarse a 2 UG/ha supone recortar 30 % del plantel porcino de un día para otro”, advierte Klaus Böckmann, consultor de Baja Sajonia. “Sin un precio diferenciado en góndola o ayudas de reconversión, la ecuación no cierra”.

Los expertos coinciden en que imponer la regla sin paquetes de apoyo sería contraproducente. Proponen:
- Financiación blanda para compra o alquiler de tierras adicionales.
- Asistencia técnica en manejo de efluentes, raciones con menor proteína y rotaciones con leguminosas fijadoras de nitrógeno.
- Canales de valor agregado —venta directa, marcas regionales, certificaciones de bienestar— que permitan trasladar al consumidor el sobrecosto.
El rol del consumidor
Al final, la billetera del comprador también vota. Elegir productos con sello orgánico o de ganadería “respetuosa del suelo” deja claro que existe demanda para modelos menos intensivos. Si el mercado premia la circularidad, el ajuste de unidades ganaderas por hectárea puede dejar de ser solo una presión regulatoria y convertirse en oportunidad de negocio.

La ganadería de superficie muestra que la sustentabilidad no depende de prohibir animales, sino de re‑encajarlos en el terreno que los alimenta y los recibe. Un principio antiguo que, en tiempos de cambio climático y acuíferos en riesgo, vuelve a la agenda con urgencia de futuro.
Con información de MundoAgropecuario