Vaca Muerta impulsa la nueva matriz exportadora y se convierte en aliada del agro argentino


Argentina atraviesa una reconfiguración profunda de su matriz exportadora. Por primera vez en décadas, el sector energético emerge como un complemento real para el agro, que históricamente explicó cerca del 60% de los ingresos por ventas externas. Así lo señala el último Informe Económico de la Bolsa de Cereales de Córdoba (BCCBA), que destaca que el avance de Vaca Muerta y las mejoras en infraestructura ya modifican el mapa de los flujos comerciales del país.

El fenómeno no es menor: las exportaciones de combustibles y energía —que durante años se mantuvieron estancadas en torno al 6% del total— treparon al 11%, acompañando y robusteciendo al agro en un contexto de necesidad de divisas y alta competitividad internacional.

Un superávit energético que cambia el tablero

Desde 2023, Argentina sostiene un saldo positivo en su balanza energética que ya acumula cerca de USD 6.000 millones en lo que va de 2025. Este superávit resulta del incremento en la producción de hidrocarburos y de la caída de importaciones gracias al autoabastecimiento. Todo favorecido por el avance de Vaca Muerta y mejoras en infraestructura energética.

En 2024, la producción alcanzó niveles récord: 40,8 millones de m³ de petróleo —el mayor volumen en dos décadas— y 50,8 miles de millones de m³ de gas, cifra que devuelve al país a los valores de 2008. Esta expansión no solo abasteció la demanda interna, sino que también amplió la oferta exportable, impulsada por mejoras logísticas y mayor eficiencia productiva, como por ejemplo Vaca Muerta.

Vaca Muerta, Petróleo

Las divisas generadas también muestran la magnitud del salto: entre 2020 y 2025, los ingresos por exportaciones energéticas crecieron 225%, pasando de USD 2.800 millones a USD 9.000 millones. El Gasoducto Presidente Néstor Kirchner, la ampliación de redes troncales y los nuevos oleoductos hacia Chile y el Atlántico fueron claves para destrabar cuellos de botella y asegurar un mayor flujo exportador.

Con esta dinámica dada por el impulso de Vaca Muerta y otras mejoras, el complejo petrolero-petroquímico ya se posiciona como el segundo mayor exportador del país, solo detrás del complejo sojero.

El agro mantiene su liderazgo, pero ahora con un socio

Mientras la energía gana terreno impulsada por Vaca Muerta, el campo continúa sosteniendo su histórica preeminencia. Entre enero y octubre de 2025:

  • el complejo sojero aportó USD 17.000 millones (26% del total exportado),
  • el maicero USD 6.000 millones (9%),
  • y el triguero USD 2.500 millones (4%).
Vaca Muerta

El rebote productivo permitió que la soja y el trigo volvieran a niveles superiores a los de los dos años previos, mientras el maíz inició su recuperación tras el espiroplasma. En conjunto, las MOA y los productos primarios continúan explicando cerca del 60% de las exportaciones, tal como ocurrió en las últimas dos décadas.

Históricamente, cuando la energía retrocedió —como en 2016 y 2020—, el agro llegó a representar hasta el 69% del total exportador. Pero la tendencia actual muestra un esquema más diversificado: la energía de la mano de Vaca Muerta ya representa el 13%, y el Ministerio de Economía proyecta que la balanza energética podría escalar de USD 10.000 millones en 2025 a USD 46.000 millones en 2035.

Un futuro de sinergias: menos volatilidad y más competitividad

La consolidación del superávit energético no solo diversifica la matriz exportadora, sino que abre oportunidades para el agro. Con mayor oferta local de energía, se espera:

  • reducción de costos logísticos,
  • más competitividad,
  • e incluso mayor disponibilidad de fertilizantes derivados del gas.
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Además, un flujo más estable de divisas provenientes de la energía podría reducir la volatilidad estacional de los ingresos agrícolas y disminuir presiones cambiarias que históricamente derivaron en políticas distorsivas. Por lo tanto, el trabajo de Vaca Muerta se convierte en un aliado para el agro argentino.

La clave será sostener inversiones, ampliar infraestructura y garantizar reglas claras para que energía y agro actúen como motores complementarios de una economía más equilibrada y competitiva. En esta nueva etapa, el campo ya no está solo: la energía se suma como aliado estratégico en la generación de divisas que el país necesita para crecer.