Tambos 2025: los sensores de monitoreo para mejorar la producción y el bienestar

La incorporación de sensores remotos en tambos lecheros ha revolucionado la forma en que se gestionan los rodeos. Estos dispositivos, que incluyen collares, caravanas, bolos ruminales y sensores de imagen, permiten recolectar de manera automatizada y continua datos biométricos y de comportamiento de las vacas. La gran cantidad de información generada ofrece un potencial enorme para mejorar la salud, la reproducción y el bienestar animal, pero su valor real depende de una interpretación cuidadosa y del uso de inteligencia humana para tomar decisiones prácticas.
Sensores: una herramienta revolucionaria para los tambos
El monitoreo remoto funciona como una “guardia médica” constante, donde se miden múltiples variables que permiten detectar precozmente alteraciones en la salud o en el comportamiento reproductivo. Por ejemplo, gracias a estos sensores, se pueden identificar cambios en la rumia, la actividad, la temperatura corporal y la producción o calidad de leche, permitiendo actuar antes de que se agraven las patologías. En la reproducción, la tecnología ha transformado la detección del celo: algoritmos analizan las variaciones en la actividad para identificar con una precisión superior al 90% cuándo una vaca está en celo. Sin embargo, como explica Kevin Díaz Cervigni, codirector de la consultora SerCowTech, “no basta con detectar celos; es fundamental determinar cuáles son fértiles y cuáles no para optimizar la tasa de concepción”.
Estudios realizados por SerCowTech y el veterinario Julio Fontana en tambos de Mendoza revelan que cada establecimiento tiene una dinámica particular de detección de celo, por lo que los protocolos de inseminación deben adaptarse a las características específicas de cada rodeo. Esto demuestra que, aunque la tecnología mejora la sensibilidad y la cobertura, la interpretación y el manejo humano siguen siendo esenciales.

En cuanto a la salud, los sensores que miden simultáneamente dos o más parámetros, como rumia y actividad, aumentan la precisión para detectar enfermedades en fases tempranas, lo que permite focalizar la atención veterinaria en los animales que realmente lo necesitan. Esto optimiza el uso de recursos y reduce el estrés de intervenciones innecesarias. Además, la monitorización continua permite evaluar la efectividad de tratamientos y ajustar los protocolos clínicos, ayudando a reducir el uso de medicamentos y mejorar las tasas de recuperación.
Un aspecto revolucionario que destaca Kevin es el cambio de paradigma que implica la detección precoz de enfermedades subclínicas, aquellas que no presentan signos evidentes pero que alteran variables como el comportamiento alimenticio o la rumia. Este monitoreo individual y en tiempo real da paso a una medicina personalizada, mejorando la sostenibilidad y rentabilidad del tambo.

Pero los beneficios van más allá de la salud: los sensores permiten construir una “agenda de la vaca”, un seguimiento detallado de cómo distribuyen su tiempo entre actividades como comer, rumiar y descansar. Por ejemplo, se ha observado que, independientemente del sistema productivo (pastoril o estabulado), las vacas mantienen ciertas necesidades biológicas constantes a lo largo del día. Sin embargo, la eficiencia con que realizan estas actividades depende de factores como la calidad del alimento, el confort ambiental y la rutina de ordeño.
Esto tiene un impacto directo en la toma de decisiones, como ajustar horarios de alimentación o cambios en la rutina de ordeño para respetar los períodos naturales de descanso de los animales, lo que reduce el estrés y mejora el rendimiento. En muchos tambos se ha comprobado que interrumpir el descanso entre la 1 y las 5 de la mañana puede ser contraproducente para la salud y producción de las vacas.
También se ha descubierto que el fotoperiodo influye en el comportamiento alimenticio, con patrones más concentrados de consumo durante días cortos, información clave para ajustar la dieta y maximizar la eficiencia.

En sistemas robotizados, los sensores permiten detectar problemas de bimodalidad en el ordeño, que afectan tanto la salud de las vacas como la eficiencia del proceso. Esto posibilita tomar medidas concretas para corregir la rutina de estimulación y mejorar el confort del animal.
A pesar del avance tecnológico, la experiencia humana sigue siendo fundamental. Los sensores no reemplazan al productor o veterinario, sino que potencian su capacidad de decisión, ofreciendo una visión objetiva y constante que facilita intervenciones más rápidas y menos invasivas. De hecho, muchos tambos que implementan estas tecnologías reducen progresivamente protocolos manuales, mejorando el bienestar tanto de las vacas como del personal.
Una innovación emergente es el uso de imágenes térmicas para monitorear cambios físicos en los animales sin contacto directo, combinando esta técnica con sensores tradicionales para lograr un sistema de alta precisión.

Como concluye Kevin Díaz Cervigni, “el monitoreo digital contribuye a una gestión integral del tambo, que permite anticipar problemas, medir el impacto de cambios y fomentar una cultura organizacional basada en datos.” Así, la tecnología y la inteligencia humana juntas impulsan la eficiencia, el bienestar y la sostenibilidad en la producción lechera.
Fuente: Contenidos CREA