Soja: el gas que amenaza el rendimiento en este 2025

Un nuevo estudio advierte sobre un enemigo silencioso pero creciente para la producción de soja: el ozono troposférico (O₃), un contaminante atmosférico que podría reducir drásticamente los rendimientos de uno de los cultivos más importantes para la economía argentina. De acuerdo a una investigación reciente de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA), publicada por el portal Sobre La Tierra, este gas podría disminuir hasta un 33% el peso de los granos de soja en escenarios de alta concentración, proyectados para las próximas décadas.
Si bien el ozono en la estratósfera cumple una función vital al filtrar los rayos ultravioletas del sol, cuando se encuentra en la troposfera —la capa de la atmósfera más cercana a la superficie terrestre— se convierte en una sustancia tóxica para plantas, animales y seres humanos. Surge como resultado de reacciones químicas entre compuestos emitidos por la industria, el transporte y la actividad energética, en presencia de luz solar.
Una amenaza creciente para la soja
De acuerdo con las proyecciones científicas, la concentración de ozono troposférico aumentará un 25% hacia 2050. En este contexto, el estudio liderado por Natalia Cantelmi, docente de Zoología Agrícola en FAUBA, evaluó los efectos del O₃ sobre el ciclo completo del cultivo de soja, aplicando concentraciones de entre 40 y 60 partes por billón (ppb), valores considerados elevados para los estándares actuales en Argentina.

Los resultados fueron contundentes: “Las plantas sometidas al estrés por ozono adelantaron su floración en cuatro días. Esto indica que modifican su desarrollo para compensar el daño, pero lo hacen en detrimento de su rendimiento”, explicó Cantelmi. Según el trabajo, las plantas desvían recursos hacia la producción de defensas antioxidantes, reduciendo su capacidad de engrosar los granos durante el llenado.
El impacto económico no es menor: “Detectamos una reducción promedio del 33% en el peso de los granos, una pérdida que podría comprometer la rentabilidad del cultivo en un futuro cercano si no se toman medidas”, añadió la investigadora.
Un nuevo frente en la lucha agronómica
La advertencia llega en un momento clave para el agro argentino, ya golpeado por eventos climáticos extremos como sequías, olas de calor e inundaciones. La aparición del ozono como un estresor adicional suma complejidad a la gestión de los sistemas agrícolas, y plantea desafíos aún poco explorados en el manejo del cultivo.

Pero la amenaza no termina allí. Cantelmi también estudia cómo este gas afecta las interacciones entre cultivos y plagas, específicamente sobre el comportamiento de la Spodoptera frugiperda, un insecto que ataca la soja y otros cereales. “Queremos entender si el ozono modifica la forma en que las plantas se defienden de las plagas. Es probable que el estrés oxidativo retrase la producción de compuestos defensivos, volviendo a los cultivos más vulnerables”, advirtió.
El futuro: mitigación y adaptación
Ante este panorama, la científica propone un abordaje doble: reducir las emisiones de contaminantes precursores del ozono y, en paralelo, desarrollar variedades de soja más resistentes. Una vía prometedora es la selección de cultivares con mayor contenido de antioxidantes naturales, que podrían atenuar los efectos del estrés por ozono y mantener estables los niveles de producción.
“El camino es investigar, comprender y adaptar. Necesitamos conocer en profundidad cómo interactúa el ozono con el sistema biológico de los cultivos y avanzar hacia un modelo de producción que integre estos factores ambientales emergentes”, concluyó Cantelmi.

En definitiva, el ozono troposférico se suma a la larga lista de desafíos que enfrenta la agricultura moderna, y particularmente la soja, cuyo protagonismo en la matriz exportadora argentina obliga a pensar en estrategias urgentes de adaptación tecnológica y ambiental. Con estudios como este, la ciencia local ofrece herramientas fundamentales para anticiparse y actuar antes de que los impactos se vuelvan irreversibles.