Maíz de 4 metros y rindes récord: el boom agrícola de la Patagonia

En los valles regados de la Patagonia argentina, el maíz alcanza alturas de casi 4 metros y rindes que triplican los de la región núcleo del país. Con entre 10.000 y 20.000 kilos por hectárea en grano y hasta 114 toneladas por hectárea de materia verde en planta completa, los campos del sur comienzan a posicionarse como una frontera agrícola inesperada pero con un potencial extraordinario.
Luis Bertoia, ingeniero agrónomo, asesor y presidente de la Comisión de Forrajes de Maizar, lleva más de una década explorando esta posibilidad. Junto a equipos técnicos y gobiernos provinciales, ha demostrado que zonas tradicionalmente excluidas del mapa agrícola, como el Valle Inferior del Río Chubut (VIRCh) o el norte de Río Negro, tienen condiciones excepcionales para el cultivo de maíz bajo riego.
Rendimientos sorprendentes de maíz
El maíz cultivado en estas regiones con riego por gravedad —aprovechando la amplia disponibilidad hídrica de ríos como el Colorado, el Negro, el Chubut y el Atuel— supera ampliamente los rindes de las zonas pampeanas. “El potencial en el VIRCh es impresionante. En ensayos llegamos a casi 114 toneladas de planta completa por hectárea, frente a un promedio nacional de entre 37 y 40”, explicó Bertoia en una entrevista con TodoAgro.
En grano, si bien los rendimientos promedio ya alcanzan los 10.000 a 12.000 kg/ha, el especialista considera factible llegar a 20.000 kilos con mejoras en el suelo y el manejo.
Por qué ahora: una frontera nueva y estratégica
La idea de expandir la agricultura hacia el sur del país no es nueva, pero adquiere nueva fuerza ante un escenario nacional de estancamiento productivo. “Hay dos caminos para crecer: mejorar los rendimientos por hectárea y ampliar la superficie sembrada. Lo primero necesita una ley de fertilizantes. Lo segundo solo puede hacerse sin comprometer zonas sensibles, expandiendo hacia el sur”, afirmó Bertoia.
El crecimiento del riego, la escasa presencia de plagas (como la chicharrita que afectó fuertemente al maíz en las zonas tradicionales), y la cercanía a polos de consumo como Bariloche, Comodoro Rivadavia, Neuquén o Viedma hacen que esta producción también sea estratégica para el abastecimiento regional.

Del maíz a la carne: el círculo virtuoso
La producción de maíz y alfalfa en Patagonia no solo es relevante por su rendimiento. Estas especies forrajeras forman una dupla clave para el desarrollo ganadero. En un contexto donde la fruticultura regional enfrenta crisis estructurales, Bertoia sostiene que la transformación del grano en carne puede revitalizar la economía rural.
“La producción ganadera en Patagonia no abastece la demanda interna. Con maíz y pasturas, el productor puede tener un esquema rentable y menos demandante en mano de obra que la fruta, especialmente en zonas impactadas por Vaca Muerta”, explicó.

Desafíos: suelos, infraestructura y planificación
No todo es fácil. Los suelos vírgenes requieren de una etapa de sistematización y mejoramiento —con rotaciones de cultivos rústicos como centeno, agropiro y cebada— antes de recibir maíz. Este proceso lleva entre 4 y 5 años, pero no es improductivo: esas rotaciones también son rentables.
La infraestructura hídrica también necesita mejoras. Gran parte del riego en Patagonia es por canales de tierra, con pérdidas de agua importantes. Se requieren macrocanales revestidos, redes eléctricas trifásicas y obras dentro de los predios, como bombas, moledoras y silos. “La inversión pública tiene que enfocarse en obras estructurales. La privada, en la infraestructura dentro del campo. Pero deben coordinarse”, dijo Bertoia.
¿Dónde está el mayor potencial?
Río Negro, por calidad y volumen de agua, bajo costo de riego y entorno impositivo favorable, aparece como la provincia más preparada para liderar esta expansión agrícola. La inclusión del centro-este de Mendoza, especialmente General Alvear y San Rafael, también suma superficie con buen acceso al agua y alta luminosidad.

¿Y la barrera sanitaria?
Bertoia defiende su continuidad: “La Patagonia tiene costos más altos y necesita proteger su mercado. Pero si se produce localmente, los costos bajan. El principal problema hoy no es el precio del alimento, sino su traslado. Por eso es lógico producir el grano donde se consume”.
La Patagonia, históricamente marginal en el mapa agrícola nacional, empieza a convertirse en un laboratorio productivo de alto rendimiento, baja presión de plagas y gran potencial ganadero. Si se consolidan las inversiones en riego, infraestructura y mejoramiento de suelos, podría transformarse en el nuevo motor agropecuario del país.