“Lecherías inteligentes”: cámaras que leen el ánimo de las vacas y robots que anticipan partos


La inteligencia artificial, los sensores y la automatización están transformando la lechería argentina, un proceso que ya no pertenece al terreno de la ciencia ficción. Así lo explicó Juan L. Monge, experto de Lely Argentina, durante su presentación en FARO 2025, el evento organizado por Agroactiva y Puerto Norte, que abordó el impacto de la inteligencia artificial, la inteligencia humana y la natural en el agro.

La vaca en el sistema es una máquina que genera información”, resumió Monge de acuerdo a AgroFyNews al describir cómo los tambos modernos se están convirtiendo en verdaderos centros de datos rurales. En estos sistemas, cada animal está equipado con collares inteligentes, sensores, robots y medidores que registran su alimentación, producción y comportamiento. Pero, advirtió, el desafío actual ya no es recolectar información, sino analizarla y reaccionar con velocidad.

“Ordeñamos leche dos o tres veces por día. Si hoy tengo una baja en la producción, empiezo a mirar para atrás qué cambió. El objetivo es anticiparnos al problema antes de que ocurra”, explicó.

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Esa capacidad de prevenir antes que corregir define a las llamadas “lecherías inteligentes”, tambos donde la información se traduce en decisiones en tiempo real. “Cuando te adelantás a los problemas de salud, también ganás en bienestar, porque una vaca sana es una vaca más longeva y rentable”, destacó Monge.

Cámaras que detectan emociones y predicen partos

Uno de los avances más llamativos que se aproxima a la lechería argentina son las cámaras capaces de interpretar el estado emocional de las vacas. “Los nuevos sensores empiezan a ver cómo está la vaca: si está frustrada, si está emocionada. Hablan de la emoción del animal”, detalló el experto.

Lely ya trabaja con prototipos de cámaras que anticipan el momento del parto, combinadas con collares inteligentes y robots que registran actividad, temperatura y alimentación. “Todo va hacia sistemas que aprendan, decidan y actúen antes que nosotros. La evolución ya no es sólo mecánica, sino de software e inteligencia artificial”, sostuvo.

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Robots que ordeñan, alimentan y analizan

La automatización del tambo no es nueva, pero ha alcanzado una madurez sin precedentes. Lely lanzó su primer robot de ordeñe en los años 90 y hoy desarrolla su quinta generación, equipada con inteligencia artificial, conectividad y sensores que miden el peso, la condición corporal y el rendimiento de cada vaca.

También existen mixers autónomos que preparan y distribuyen alimento, y robots recolectores de estiércol que, según Monge, pronto analizarán el material para detectar enfermedades o deficiencias. “Hoy recolectan; mañana lo van a analizar”, anticipó.

Todos esos datos confluyen en sistemas de gestión digital con interfaces simples, “como las redes sociales”, que permiten decisiones inmediatas y más precisas en la lechería nacional.

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Del dato a la decisión

“Siempre se dijo: para ganar hay que medir, medir y medir. La diferencia es que ahora medimos con tecnología”, reflexionó Monge con respecto a los avances en la lechería. “Antes el productor medía; ahora la máquina mide y el humano mira, decide y gestiona”.

El cambio libera tiempo, aumenta la precisión y profesionaliza la gestión del tambo, aunque también plantea debates sobre el rol humano en un entorno cada vez más automatizado. Para Monge, la tecnología no reemplaza, sino que amplía las oportunidades laborales vinculadas a la lechería, ya que reduce tareas físicas y permite enfocarse en la supervisión y el análisis.

El tambo del futuro: precisión, predicción y prescripción

El experto explicó que la evolución tecnológica de la lechería atraviesa tres etapas: descriptiva (“qué pasó”), predictiva (“qué va a pasar”) y prescriptiva, donde el sistema sugiere acciones concretas. “La inteligencia artificial va a decirte: deberías hacer esto. Y, en un futuro cercano, probablemente ni siquiera necesite tu aprobación para hacerlo”, pronosticó.

Los resultados son tangibles: una vaca en un tambo convencional pasa tres horas diarias siendo ordeñada; en uno robotizado, solo veinte minutos. Ese tiempo extra lo usa para descansar, lo que se traduce en dos o tres litros más de leche por día y una mejora notable en su bienestar.