Inundaciones: informes revelan el deterioro del centro bonaerense y crecen los reclamos por obras


La secuencia de lluvias extraordinarias, la saturación de los suelos y el colapso de gran parte de la red vial rural conforman un escenario crítico que golpea a los productores del centro-oeste bonaerense. Nuevos informes del INTA y de CARBAP confirman que la región atraviesa una de las peores crisis hídricas de los últimos años, con miles de hectáreas afectadas por inundaciones y dificultades logísticas que comprometen toda la campaña agrícola 2024/25.

Un panorama que se agrava mes a mes

Las últimas evaluaciones técnicas muestran que el avance del agua superó todos los registros recientes. Un estudio elaborado por Javier Portillo, ingeniero agrónomo de la EEA INTA Pergamino, analizó imágenes satelitales Sentinel 2 MSI y determinó que, entre febrero y octubre, la superficie inundada se multiplicó por trece en los partidos de Carlos Casares, 9 de Julio y Bragado.

El informe señala que la metodología se basó en un índice de agua ajustado (mNDWI), lo que permitió precisar la extensión de las áreas con inundaciones. Portillo advirtió que los números podrían estar subestimados, ya que zonas con vegetación alta o suelos saturados no siempre quedan identificadas en las imágenes satelitales. El impacto real, por lo tanto, sería todavía mayor.

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Números que muestran la profundidad del daño

Los datos recopilados por el INTA reflejan un deterioro acelerado a causa de las inundaciones. En Carlos Casares, la superficie bajo agua saltó de 9.850 a 129.500 hectáreas, un valor equivalente al 51% del partido. En 9 de Julio, el anegamiento creció de 63.535 a 128.500 hectáreas en apenas siete meses, afectando al 42% del territorio. Bragado, por su parte, pasó de 3.818 a 50.540 hectáreas, lo que representa el 23,1% de su superficie.

A esta situación de las inundaciones se suma un problema mayor: el nivel freático continúa extremadamente alto y muchas zonas siguen sin piso, lo que impide transitar los caminos rurales y acceder a los establecimientos. Los productores advierten que, aunque sus lotes no estén cubiertos por agua, la falta de accesibilidad los deja fuera del sistema productivo.

Para muchos establecimientos ganaderos y agrícolas, la imposibilidad de circular es tan grave como la inundación misma. Los caminos intransitables complican el movimiento de hacienda, la aplicación de tratamientos sanitarios, la llegada de insumos y el avance de las tareas de siembra. Las demoras generan pérdidas crecientes, con consecuencias directas en la producción y la logística regional.

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CARBAP apunta a la falta de obras y fija un plazo límite

En paralelo, la Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa publicó un diagnóstico que coincide con el del INTA, pero amplía el análisis a toda la cuenca del Río Salado. Según el informe, dos millones de hectáreas están inundadas o anegadas, mientras que casi 3,8 millones presentan condiciones productivas limitadas por falta de piso o accesibilidad.

La entidad ruralista volvió a insistir en un reclamo histórico: la finalización del Plan Maestro del Río Salado, una obra que considera esencial para evitar crisis recurrentes por inundaciones. CARBAP sostiene que la obra debería concluirse en 2030 como fecha límite y responsabiliza a los tres niveles del Estado por la falta de avances. “No se trata de tecnología nueva ni de inversiones impagables; Argentina tiene los profesionales y la infraestructura para ejecutarlo. Falta decisión política”, subrayan desde la confederación.

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Una demanda que vuelve al centro del debate

Con partidos que tienen más del 40% de su superficie afectada, la región vive una situación que combina impacto económico, productivo y social. Los productores remarcan que la recaudación vinculada a la actividad agropecuaria es suficiente para financiar las obras estructurales necesarias.

Mientras tanto, el INTA sigue aportando datos para dimensionar el daño y CARBAP eleva el tono para evitar que la crisis vuelva a repetirse. En el terreno, los productores enfrentan una realidad cada vez más compleja: caminos colapsados, siembras demoradas y pérdidas aún incalculables. La urgencia crece y el reclamo se resume en una frase que se repite en toda la zona afectada: “Las inundaciones no esperan, y la producción tampoco”.