Girasol: Argentina se encamina a una campaña récord con US$ 2.000 millones en exportaciones


El cultivo de girasol atraviesa un momento de recuperación histórica en Argentina. Tras años de retrocesos y superficies en caída, la oleaginosa volvió a instalarse como una pieza clave dentro del complejo agroindustrial y se encamina a protagonizar la campaña exportadora más importante del siglo. Según estimaciones privadas y oficiales brindadas por Infocampo, el aporte total en divisas del complejo podría rondar los US$ 2.000 millones, una cifra que devuelve al girasol a la primera línea de los cultivos estratégicos del país.

Repunte productivo sostenido

Los números de la campaña 2024/25 confirman el renacer del girasol. Al mes de octubre, Argentina ya exportó más semillas, aceites y subproductos que en todo el ciclo anterior, que además había sido positivo. Con estos resultados, el sector proyecta cerrar el período con el mayor volumen exportado en más de veinte años.

El crecimiento no es casual. Desde la campaña 2019/20, cuando la superficie sembrada había caído a apenas 1,6 millones de hectáreas, el área destinada al cultivo retomó un sendero ascendente hasta alcanzar las 2,8 millones de hectáreas proyectadas para 2025/26 por la Secretaría de Agricultura.

La tendencia también es reconocida por la Bolsa de Cereales de Buenos Aires (BCBA), que estima para la campaña actual una producción de 5 millones de toneladas (MMT) y anticipa un salto potencial hasta 6 MMT para la próxima, en caso de mantenerse los rindes y concretarse la expansión del área en unas 500 mil hectáreas adicionales.

Aceite de Girasol, Argentina

Factores globales que impulsaron la demanda

Una de las razones clave detrás del renovado protagonismo del girasol argentino se encuentra fuera de las fronteras. La invasión de Rusia a Ucrania en 2022 —dos actores dominantes en el mercado mundial de aceite de girasol— alteró severamente los flujos comerciales del Mar Negro. La incertidumbre logística y la reducción de la oferta empujaron a compradores tradicionales, especialmente India, a buscar proveedores alternativos.

Argentina ocupó ese espacio con rapidez. Mientras en 2021 se exportaron 168 mil toneladas de aceite de girasol, en lo que va de 2024 las ventas externas ya alcanzaron 670 mil toneladas, con expectativas de superar holgadamente las 700 mil. La relación comercial con India, en particular, se fortaleció: solo este año, el país asiático lleva compradas casi 3 millones de toneladas de aceite de soja y otras 700 mil de aceite de girasol, lo que equivale a unos US$ 3.700 millones en compras al complejo aceitero argentino.

Girasol, siembra, hectáreas, 2024

Incentivos internos y regreso al territorio

La recuperación del cultivo también se explica por cambios de política interna. Desde 2020, los derechos de exportación aplicados al girasol se redujeron progresivamente: del 12% inicial, se bajó al 7% para el aceite crudo y al 5% tanto para el aceite refinado como para la harina. En el esquema vigente, las alícuotas se encuentran en 5,5% para el aceite bruto, 3,5% para el refinado y 4% para la harina, mejores condiciones que mejoraron el precio recibido por los productores y estimularon la siembra.

A ello se sumó un factor agronómico determinante: los años secos y la irrupción de la chicharrita en el maíz empujaron a muchos productores a revalorizar el girasol como alternativa. Así, regiones donde el cultivo había desaparecido comenzaron a recuperarlo. No es casual que la Unión Agrícola de Avellaneda, en el norte santafesino, hoy figure entre los cinco principales exportadores argentinos de aceite de girasol.

Aceite de Girasol

Las lecciones de una recuperación inesperada

El resurgimiento del girasol deja varios aprendizajes para el sector agroindustrial. En primer lugar, demuestra que Argentina puede ocupar un rol aún más relevante en la seguridad alimentaria global, especialmente en contextos de crisis internacional. También confirma que los productos argentinos mantienen una reputación sólida en los mercados más exigentes.

La mejora en precios vía reducción de retenciones actuó como un incentivo eficiente para movilizar inversiones y expandir la superficie. Además, el girasol mostró su capacidad para aportar flexibilidad económica a los productores, especialmente en campañas con riesgos climáticos o sanitarios en otros cultivos.

Lejos de un fenómeno pasajero, todo indica que el “renacer” del girasol llegó para quedarse. Tras retroceder en los primeros años del siglo, el cultivo vuelve a posicionarse como uno de los pilares de la producción agrícola argentina, con un potencial de crecimiento que promete seguir ampliando su participación en el mercado internacional.