Ganadería: la faena sigue firme pero la recomposición del stock aún no despega

A pesar de una leve caída interanual para la ganadería, la faena vacuna se mantiene en niveles elevados durante los primeros cinco meses de 2025. Según datos del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), en mayo los productores solicitaron permiso para enviar a faena 1,135 millón de cabezas, apenas un 3% menos que en igual mes del año pasado. En el acumulado anual, ya se alcanzaron los 5,5 millones de animales, cifra idéntica a la registrada en el mismo período de 2024.
La ganadería entre la faena de madres y la caída del stock
La estadística refleja una ganadería activa, que responde al contexto económico actual con decisiones de corto plazo, pero que aún no muestra señales concretas de un proceso de recomposición del stock bovino. El repunte en la producción forrajera tras las lluvias ha modificado algunas dinámicas, pero no alcanza para revertir la falta de inversiones ganaderas de largo plazo.
Una de las claves del análisis está en la evolución por categorías. Las hembras representaron en abril el 46,5% del total faenado, una participación relativamente baja en comparación con los picos de los últimos años de sequía, cuando la necesidad obligó a muchos productores a desprenderse de vientres. En ese sentido, la caída del 20% en la faena de vacas registrada en abril —y del 10% en lo que va del año— aleja por ahora el riesgo de una liquidación masiva del rodeo.

Esa baja podría estar relacionada con una mayor preñez de los vientres, facilitada por el mejor estado de los campos gracias a las lluvias. También se explica por una actitud de revancha por parte de los criadores, que apuestan a retener esas vacas para obtener un ternero este año, en lugar de ceder ese rol reproductivo a vaquillonas.
No obstante, mientras la faena de vacas disminuye, la de vaquillonas continúa en aumento. En mayo se enviaron al frigorífico unas 275.000 vaquillonas, lo que representa un incremento del 3% respecto al mismo mes del año anterior. Este crecimiento muestra que muchos productores priorizan la obtención de liquidez inmediata, aprovechando los buenos precios que se están obteniendo por los terneros en plena zafra.
Con esa liquidez, los productores buscan saldar deudas, realizar inversiones en infraestructura o incluso ahorrar en dólares, aprovechando el contexto cambiario favorable. Esta necesidad de capital inmediato se impone sobre las decisiones de retención, que implican una visión a largo plazo que hoy muchos evitan adoptar.

Retener una vaquillona para incorporarla al circuito productivo como futura madre exige tiempo y recursos: es necesario pasar por la recría, el entore, y esperar al menos nueve meses para el parto. Luego, hay que aguardar otros seis meses hasta el destete para comenzar a ver algún resultado económico. Todo el proceso supone inmovilizar capital por más de un año, en un país donde la incertidumbre económica y política dificulta comprometerse con ese horizonte temporal.
En ese contexto, la inversión ganadera estructural, como la retención masiva de vientres, sigue ausente. A pesar de un escenario climático más favorable y de cierta mejora en los precios del mercado interno, los plazos de la biología animal siguen sin alinearse con los de la política y la macroeconomía.
El resultado es una ganadería que opera con lógica defensiva: se produce, se vende y se reinvierte rápidamente, sin asumir compromisos que requieran esperar más allá del actual ciclo político. Mientras tanto, el esperado proceso de recomposición del stock sigue en pausa, y el futuro de la oferta ganadera dependerá de cuánto se extienda esta lógica de cautela.