El trigo argentino, entre la esperanza y la preocupación: “Es muy inusual el agua de julio”


La campaña de trigo 2025/26 atraviesa una etapa crítica y marcada por una dualidad: por un lado, lluvias que consolidan un escenario hídrico excelente para obtener buenos rindes; por otro, excesos de agua que complican la siembra y generan pérdidas en zonas clave. Así lo reflejan los últimos informes técnicos de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, la Bolsa de Comercio de Rosario y la Secretaría de Agricultura.

Las precipitaciones de los últimos días, especialmente sobre el centro y sudeste de Buenos Aires, superaron los 50 milímetros en algunas localidades y afectaron lotes que ya venían con suelos saturados. En varios casos, la siembra debió suspenderse, y se reportan pérdidas por anegamientos que incluso podrían obligar a resiembras.

En números, la Bolsa de Cereales estimó que ya se implantó el 92,8% de las 6,7 millones de hectáreas proyectadas, pero con solo 1,8 puntos porcentuales de avance en la última semana debido a las lluvias. La Bolsa de Rosario, por su parte, redujo su estimación de siembra de 7,1 a 6,9 millones de hectáreas, mientras que la Secretaría de Agricultura la ubicó en 6,8 millones, con una caída del 1,4% respecto a la proyección inicial.

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Un escenario mixto para el trigo

En las zonas sin problemas de anegamientos, el aporte de agua es una buena noticia. “Es muy inusual el agua que está dejando julio, especialmente en Córdoba”, señaló la Bolsa rosarina, y destacó que este respaldo hídrico alimenta la expectativa de una campaña de alta producción, incluso mejor que la de 2021/22, que fue récord con 23 millones de toneladas.

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A nivel nacional, el 96,9% del trigo sembrado se encuentra en condición de cultivo de normal a excelente, lo que genera optimismo para las próximas etapas del ciclo, como el macollaje y la encañazón, sobre todo en las regiones donde la implantación ya finalizó.

En cambio, en las zonas más comprometidas, como el centro-norte bonaerense, el exceso de agua sigue siendo el principal obstáculo. Allí, los suelos saturados impiden que las sembradoras ingresen, y productores alertan por lotes que podrían no llegar a sembrarse, lo que reduciría aún más el área destinada al cereal.

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Ajustes en el norte y tensiones económicas

En el norte del país también hubo ajustes en las intenciones de siembra. Chaco y Santiago del Estero pierden 100.000 hectáreas en conjunto: 60.000 en la provincia chaqueña y 40.000 en el norte santiagueño, donde las lluvias escasean. Paradójicamente, mientras algunas zonas tienen excesos, otras llevan más de 40 días sin precipitaciones, lo que paralizó las labores y deterioró los cultivos implantados.

Según técnicos, en esa región el trigo era una apuesta para generar ingresos rápidos tras una campaña gruesa muy afectada por el clima. Ahora, las esperanzas están puestas en que llueva en agosto para avanzar con el girasol.

En Buenos Aires, además de las complicaciones por el agua, las decisiones de siembra también están influenciadas por razones económicas. Productores y asesores agronómicos observan que cultivos como la cebada, el girasol o el maíz presentan actualmente mejores márgenes frente al trigo, lo que también impacta en el área final sembrada.

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Perspectiva oficial

En su último informe, la Secretaría de Agricultura reconoció que las lluvias provocaron un freno en la siembra y achicaron el área implantada, aunque subrayó que la mayoría de los lotes sembrados “se encuentran en buen estado general, sin reportes de plagas ni enfermedades”.

Así, la campaña triguera se encamina a una etapa de consolidación con una fuerte base hídrica, pero sin perder de vista las dificultades regionales y la influencia del contexto económico. Julio, con su inusual volumen de agua, trajo alivio y preocupación por partes iguales. Ahora, el clima y los precios definirán si esta campaña podrá cumplir con las expectativas de alta producción.