Drones agrícolas: la experiencia brasileña que gana terreno en el control de plagas

La tecnología avanza a paso firme en el agro, y los drones aplicadores ya no son una promesa lejana, sino una herramienta concreta que comienza a ganar terreno, sobre todo en el manejo de plagas y malezas. En el marco del Congreso Aapresid, especialistas argentinos y brasileños abordaron los desafíos actuales del control de resistencias y destacaron el potencial de estos dispositivos como parte de una estrategia moderna y sostenible de protección vegetal.
En línea con el lema de esta edición, “Código Abierto”, la jornada convocó a referentes del sector para debatir sobre el presente y futuro del manejo de resistencias, un problema creciente en los sistemas productivos, especialmente en cultivos extensivos. La resistencia a herbicidas, combinada con el uso intensivo y a veces poco estratégico de productos fitosanitarios, se ha transformado en una amenaza concreta para la sustentabilidad de los planteos agrícolas.
Resistencias: un problema sin soluciones mágicas
Durante la disertación, el ingeniero agrónomo Ramón Gigón, director de RG Malezas y ex investigador del INTA, fue claro al afirmar que “hay que cuidar los herbicidas existentes porque no se están lanzando nuevos”. Esto implica, según el especialista, reducir el uso excesivo de estos productos y promover un enfoque más integral del manejo.

Gigón recomendó prácticas complementarias como la rotación de cultivos, el pastoreo controlado, el uso de semillas de calidad y suelos bien fertilizados. “El mejor herbicida es un cultivo sano”, afirmó, haciendo hincapié en que la prevención y el manejo integrado son herramientas más eficaces que la dependencia exclusiva de los productos químicos.
En sintonía, Marcos Yanniccari, investigador de la Universidad Nacional de La Pampa, y Germán Ferrari, del Comité de Acción de Resistencia a Herbicidas (HRAC), aportaron su visión sobre cómo y cuánto se puede retrasar la aparición de resistencias en malezas. Coincidieron en que la clave está en diversificar estrategias y actuar con anticipación, más que esperar a que el problema se manifieste en el lote.
Brasil a la vanguardia: drones para la agricultura
Uno de los momentos más destacados del panel fue la exposición del agrónomo brasileño Fernando Kassis Carvalho, quien compartió la experiencia del país vecino en la incorporación de drones aplicadores en la agricultura. Según explicó, desde 2021 esta tecnología está habilitada para operar con todos los productos fitosanitarios permitidos por la aviación agrícola, lo que marca una diferencia importante con respecto a la legislación argentina, aún más restrictiva en este aspecto.

“Los drones empezaron a moverse mucho antes en Brasil y hoy el productor tiene varias opciones”, indicó Carvalho, quien fue acompañado por el especialista Augusto Scaglia. En la actualidad, hay más de 20.000 drones en funcionamiento en el agro brasileño, con especial protagonismo en cultivos como la caña de azúcar y la soja.
La principal ventaja que destacó el experto es la reducción de costos y del riesgo de deriva, dos aspectos clave en cualquier estrategia de aplicación. Al operar con mayor precisión y menor volumen de caldo, los drones se posicionan como una alternativa viable —y cada vez más competitiva— frente a los métodos terrestres o aéreos tradicionales.
Un camino que Argentina comienza a transitar
Si bien Argentina aún se encuentra en una etapa más incipiente respecto al uso masivo de drones para aplicaciones agrícolas, los avances regulatorios y tecnológicos comienzan a marcar el camino. Los expertos coinciden en que su implementación será inevitable, especialmente en zonas de difícil acceso o en cultivos donde la precisión y la sustentabilidad sean factores determinantes.

La experiencia brasileña sirve de modelo para analizar oportunidades, adaptar normativas y capacitar tanto a técnicos como a productores. En un escenario donde las resistencias exigen nuevas respuestas y la eficiencia en el uso de insumos es cada vez más crítica, los drones aparecen como una herramienta estratégica que, combinada con buenas prácticas agrícolas, puede mejorar la rentabilidad sin comprometer el ambiente. El debate está abierto. Lo que antes parecía ciencia ficción hoy es una realidad que despega.