Trump enfrenta el enojo del campo estadounidense por la compra de carne argentina
A menos de un año de las elecciones presidenciales, el gobierno de Donald Trump quedó envuelto en una fuerte controversia con uno de sus principales sectores de apoyo: los productores ganaderos. La administración anunció que cuadruplicará la cuota de importación de carne bovina desde Argentina, permitiendo el ingreso de hasta 80.000 toneladas métricas anuales, una medida que busca contener los precios internos de la carne en Estados Unidos pero que generó una reacción inmediata y cargada de enojo en los estados ganaderos.
Trump defendió la decisión al afirmar que “comprar algo de carne de Argentina hará que bajen los precios y ayudará a un país amigo y aliado”. Sin embargo, para el sector rural norteamericano, la medida no solo contradice el lema “America First” que caracterizó su gestión, sino que también amenaza la competitividad de los productores domésticos en un mercado altamente exigente.
Rechazo en el corazón rural de Estados Unidos
El malestar contra Trump se hizo sentir en zonas como Texas, Oklahoma, Montana y Nebraska, donde la ganadería es un eje central de la economía. “Se siente como una bofetada a la América rural”, expresó una criadora de ganado de Oklahoma, sintetizando el sentimiento generalizado entre productores y asociaciones del sector.
Organizaciones como la National Cattlemen’s Beef Association (NCBA) y la Ranchers-Cattlemen Action Legal Fund (R-CALF) advirtieron que el ingreso de mayor volumen de carne extranjera podría presionar los precios a la baja, afectando la rentabilidad de miles de productores familiares.

“Esto incentiva la importación en lugar de fortalecer nuestra producción doméstica”, indicaron desde R-CALF, que históricamente ha acusado a los gobiernos federales de favorecer a la industria exportadora y a los grandes frigoríficos en detrimento de los pequeños productores.
¿Habrá impacto real en el precio de la carne?
Pese a la medida impulsada por el gobierno de Trump, analistas del sector remarcan que el impacto en los precios al consumidor sería limitado. Hoy Argentina representa apenas el 2% de las importaciones totales de carne bovina de Estados Unidos, y buena parte de los cortes que llegarían responden a segmentos específicos del mercado.
“El efecto será mínimo, especialmente en los cortes de mayor calidad, donde la producción doméstica sigue siendo dominante”, explicó un consultor en comercio cárnico de Chicago.
Para algunos análisis económicos, la decisión impulsada por Trump tiene más valor político y simbólico —como gesto de cooperación bilateral— que capacidad real para reducir la inflación alimentaria, un tema sensible para la Casa Blanca.

Alertas sanitarias y cuestionamientos políticos
A las críticas económicas hacia la decisión de Trump se suman preocupaciones sanitarias. Productores de Texas y Kansas señalaron posibles riesgos de bioseguridad, aun cuando la carne argentina ingresa únicamente desde regiones reconocidas como libres de fiebre aftosa con vacunación y aprobadas por el Departamento de Agricultura estadounidense (USDA).
Funcionarios locales también cuestionaron la coherencia de la medida con políticas que, en teoría, buscaban fortalecer la autosuficiencia agroalimentaria y proteger a la industria nacional.
El anuncio llega en un momento políticamente delicado. Trump ha cultivado durante años una imagen de defensa irrestricta del campo estadounidense. Por eso, la apertura del mercado a la carne argentina genera tensiones en una base electoral clave, especialmente en estados decisivos para la elección.

Argentina observa una oportunidad estratégica
Desde Buenos Aires, la medida es vista como una ventana para consolidar la presencia exportadora argentina en uno de los mercados más competitivos del mundo. El sector cárnico argentino celebra la posibilidad de ampliar su acceso a Estados Unidos, después de años de restricciones sanitarias e históricas oscilaciones comerciales.
Sin embargo, en Washington el clima es muy distinto. El conflicto recién comienza y promete escalar en los próximos meses, cuando las asociaciones ganaderas impulsen acciones en el Congreso y presionen al Departamento de Agricultura para revisar la decisión.
En el mapa electoral estadounidense, la pelea por la carne será también una pelea por los votos rurales. Y allí, el enojo ya está servido.
