Cónclave para elegir al sucesor del papa Francisco: cómo será el ritual del 7 de mayo

El próximo 7 de mayo comenzará uno de los procesos más antiguos, solemnes y enigmáticos de la Iglesia Católica: el cónclave para elegir a un nuevo papa. A partir de esa fecha, los cardenales menores de 80 años se reunirán en el Vaticano para designar al sucesor de Francisco, en un marco de aislamiento total, oración y votaciones secretas.
Cómo será el cónclave para reemplazar al papa Francisco
El anuncio se dio el 28 de abril, cuando los cardenales celebraron la quinta congregación general y definieron el calendario oficial. La Iglesia se encuentra desde hace días en lo que se denomina el período de Sede Vacante, un lapso que comienza cuando un papa muere o renuncia, y que debe durar al menos 15 días antes del inicio del cónclave.

El término “cónclave” proviene del latín cum clave, que significa “bajo llave”, en referencia a la reclusión en la que se encierran los cardenales durante el proceso. Esta práctica se remonta al siglo XIII y fue instituida para evitar demoras excesivas en la elección del pontífice. Durante este tiempo, los cardenales permanecen incomunicados del mundo exterior en el Vaticano, alojados en la residencia Domus Sanctae Marthae, la misma que eligió Francisco para vivir durante su pontificado.
El proceso comienza con una misa en la Basílica de San Pedro, presidida por el decano del Colegio Cardenalicio. Luego, los cardenales se trasladan a la Capilla Paolina, donde entonan el Veni Creator Spiritus para invocar al Espíritu Santo. Desde allí marchan en procesión hacia la Capilla Sixtina, lugar icónico donde se desarrollan las votaciones.
En total, son alrededor de 140 los cardenales con derecho a voto, aunque solo participan aquellos que tienen menos de 80 años. De ese grupo, se necesitan dos tercios de los sufragios para consagrar a un nuevo papa. En este caso, serían necesarios al menos 94 votos para definir al próximo líder espiritual de los más de 1.300 millones de católicos en el mundo.

Cada jornada de cónclave contempla dos rondas de votación por la mañana y dos por la tarde. Si tras 24 votaciones no se logra una mayoría, los cardenales pueden optar por cambiar el procedimiento, aunque la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis prohíbe renunciar al requisito de mayoría simple. Durante el escrutinio, tres cardenales actúan como revisores del conteo y otros tres escriben los resultados, en un proceso marcado por el más estricto secreto.
Para garantizar ese aislamiento, se bloquean todas las comunicaciones, se tapan ventanas y se instalan inhibidores de señal en la Capilla Sixtina. Solo un puñado de asistentes, como médicos y técnicos, tiene permiso para ingresar en caso de necesidad.
Una vez que se alcanza un acuerdo, el elegido debe aceptar el cargo y elegir el nombre con el que será conocido. Luego, desde el balcón central de la Basílica de San Pedro, el protodiácono pronuncia el esperado anuncio: “Habemus Papam”. En ese momento, el nuevo pontífice se presenta ante el mundo y ofrece su primera bendición.
Uno de los rituales más emblemáticos del cónclave es el de la fumata. Dos estufas de hierro se colocan en la Capilla Sixtina para quemar las papeletas de cada votación, mezcladas con productos químicos que generan humo negro o blanco. El primero indica que aún no hay decisión; el segundo, que un nuevo papa ha sido elegido.

Aunque la legislación canónica no exige que el nuevo papa sea cardenal ni siquiera obispo, desde hace siglos todos los pontífices han sido elegidos entre los miembros del Colegio Cardenalicio. El único requisito formal es ser varón, tener uso de razón y reunir las condiciones necesarias para ser ordenado obispo.
Con el inicio del cónclave a la vuelta de la esquina, el mundo católico se prepara para asistir a un momento histórico: la elección del próximo líder de la Iglesia y figura central del cristianismo en el plano espiritual y geopolítico global.