La carne subió hasta 55% desde septiembre según CAMyA: ¿qué pasará de acá a fin de año?


El mercado de la carne volvió a encender señales de alerta. Según datos relevados por la Cámara de Matarifes y Abastecedores (CAMyA), desde septiembre hasta la actualidad los precios de la hacienda registraron un incremento cercano al 20% en promedio, aunque algunos cortes de alto consumo escalaron entre 50% y 55%, generando preocupación entre consumidores, carniceros y frigoríficos.

Leonardo Rafael, presidente de CAMyA, explicó en una entrevista con el programa De Acá en Más en Urbana Play que el fenómeno de la carne no responde a factores especulativos, sino a un cambio profundo en la dinámica de la oferta. Después de varios meses de liquidación acelerada por la sequía, el sector está viviendo ahora la fase inversa: la retención de animales por parte de los productores.

Del exceso de oferta al freno productivo

Durante la sequía, muchos productores se vieron obligados a vender cabezas antes de tiempo por falta de pasto y dificultades para sostener los costos de alimentación. Esa situación generó una sobreoferta que mantuvo los precios deprimidos hasta mediados de año. Sin embargo, con la recomposición del clima y la disponibilidad de forraje, los productores empezaron a retener animales para recuperar peso y valor, reduciendo abruptamente la cantidad de hacienda enviada a faena.

“El gran problema que tenemos es productivo, estamos estancados hace más de 40 años en la producción. Hay un gran problema de políticas”, aseguró y agregó: “La producción estancada hizo que el precio de la carne sea un poco más cara. Si bien las modas pueden influir, pasa mucho por el bolsillo de la gente”.

“Estamos viendo una caída de la oferta en toda la cadena. Cuando la disponibilidad baja, el precio inevitablemente sube”, explicó Rafael. El ajuste se refleja primero en el Mercado Agroganadero —donde sube el valor de la hacienda en pie— y luego, con distintos tiempos de traslado, en carnicerías y supermercados.

El impacto en los mostradores

Si bien el aumento promedio ronda el 20%, el salto no fue homogéneo. Los cortes más demandados —carne picada, paleta, roast beef— registraron las subas más fuertes, superando el 50% en algunos casos. En otros segmentos, el traslado fue más gradual, pero igual comenzó a notarse en el consumo cotidiano.

“Hay carnicerías que trasladan el aumento rápidamente y otras que esperan para no perder ventas”, señaló el presidente de CAMyA. El desafío hoy pasa por un consumidor que ya venía debilitado y que, ante cada suba, ajusta sus hábitos alimentarios.

Como suele ocurrir cada vez que la carne vacuna se encarece, muchos consumidores migraron a proteínas más económicas. El pollo, que mantuvo precios más estables en términos relativos, viene capturando una porción cada vez mayor de la demanda. Lo mismo ocurre —en menor medida— con el cerdo, que también se instaló como una alternativa más accesible.

“La baja del salario real hace que cada aumento duela más. La gente se vuelca al pollo porque es significativamente más barato”, explicó Rafael. Aun así, reconoció que la carne vacuna tiene un peso cultural en la dieta argentina, por lo que suele recuperarse cuando el mercado se estabiliza.

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¿Qué se espera para los próximos meses?

Las perspectivas hacia fin de año no muestran una corrección inmediata. Con la oferta todavía restringida y un productor que prioriza reponer peso después de meses críticos, es probable que los precios sigan ajustándose. Y respecto a las recientes medidas del gobierno que ampliará la venta de carne a Estados Unidos, señaló: “Están abriendo un montón de mercados pero lo que necesitamos es producción. Los matarifes abastecemos al 100% del consumo interno, hacemos el 70% de la faena a nivel nacional. Compramos la hacienda, la llevamos a la faena, negociamos y nos llevamos las dos medias reses para venderlas en carnicerías”.

Si la oferta no cambia, el precio va a seguir buscando un equilibrio más alto”, advirtió Rafael. A esto se suman otros factores que presionan los costos de la cadena: combustibles, tarifas, logística e impuestos. Cualquier variación en estos rubros impacta directamente en el precio final de los alimentos. “A Argentina le falta inversión en industria, está muy atrasada en la parte de industria por falta de inversión”, destacó.

El otro elemento clave será la política económica. La eventual modificación de las retenciones, la regulación del mercado de exportaciones o incentivos productivos pueden acelerar o moderar la dinámica de precios. “Depende de qué haga el Gobierno. Las reglas del juego inciden mucho en el ánimo del productor”, remarcó.

El salto de los últimos meses parece más vinculado al reacomodamiento de un mercado que viene de condiciones extremas que a un proceso inflacionario clásico. Pero la falta de poder adquisitivo y la sensibilidad del consumidor convierten cualquier ajuste en un tema central dentro de la canasta familiar.

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Foto: Infobae

En un país donde la carne vacuna ocupa un rol identitario, la tensión entre oferta, precio y consumo seguirá marcando el pulso del mercado en los próximos meses.