Crece la tensión sanitaria en el Mercosur por residuos de vacunas en carne bovina
La cadena cárnica regional atraviesa horas de inquietud tras un episodio que volvió a encender las alarmas en el comercio internacional de alimentos. La reciente devolución de dos contenedores de carne bovina procedentes de Uruguay por parte de China, luego de detectar trazas de fluazurón, puso en guardia a los países del Mercosur y reabrió un debate clave: la necesidad de extremar controles para evitar sanciones, pérdida de mercados y daños económicos de gran escala.
El incidente tomó especial relevancia porque involucra a uno de los exportadores más activos del bloque y porque sucedió en el destino comercial más competitivo del mundo. La respuesta de China fue inmediata: anunció un aumento del 80% en la frecuencia de muestreos sobre la carne bovina uruguaya, una señal contundente del endurecimiento de las auditorías sanitarias internacionales. En un escenario global donde la reputación y la trazabilidad pesan tanto como la calidad del producto, cada rechazo funciona como un mensaje para toda la región.
Estándares cada vez más exigentes
La situación, además, expone las crecientes exigencias que enfrentan los países productores de carne bovina. Con mercados saturados de oferentes y consumidores cada vez más atentos a la inocuidad, la presión por cumplir estrictamente los protocolos sanitarios se intensifica. Para Argentina, que busca consolidar su presencia en Asia y sostener la competitividad frente a Brasil, Uruguay y Australia, un episodio similar podría traducirse en pérdidas millonarias y restricciones comerciales prolongadas.

En este contexto, especialistas advierten que el problema no radica únicamente en el uso de productos veterinarios, sino en el cumplimiento riguroso de los períodos de retiro, la etapa clave que garantiza que la carne bovina no contenga residuos al momento de la faena. Así lo plantea el médico veterinario Fernando Iparraguirre, asesor técnico de Konig, quien de acuerdo a Revista Chacra sostiene que la combinación entre productividad y acceso a mercados exige “un manejo responsable de los antiparasitarios y el respeto absoluto de los tiempos de carencia”.
Mientras tanto, las autoridades uruguayas confirmaron que la presencia de fluazurón detectada por China en la carne bovina respondió a un incumplimiento del período de espera, lo que refuerza la importancia de las buenas prácticas sanitarias y el control estricto dentro de los establecimientos ganaderos. El caso expone un riesgo frecuente: la subestimación de los tiempos necesarios para que un principio activo deje de ser detectable en los tejidos destinados al consumo.

Estudios que modifican el debate
A este panorama se suma un dato llamativo aportado por investigaciones científicas recientes de la Universidad de São Paulo. Según estos trabajos, uno de los antiparasitarios más usados en la región, la ivermectina, puede permanecer en tejidos críticos de la carne bovina —especialmente en el sitio de aplicación— incluso hasta 21 o 35 días después de su administración, dependiendo de la raza y el manejo del animal.
Estas persistencias, superiores a los períodos de retiro declarados por algunos productos, ponen en evidencia que la biología del bovino, la formulación y las condiciones productivas pueden alterar significativamente los tiempos reales de eliminación de residuos.
En términos prácticos, esto implica que un plazo considerado “seguro” podría no ser suficiente en todos los casos, abriendo la puerta a eventuales rechazos de embarques de carne bovina e incidentes sanitarios difíciles de revertir.

El desafío argentino
En Argentina, la garrapata bovina Rhipicephalus (Boophilus) microplus continúa siendo uno de los principales desafíos sanitarios en regiones subtropicales. Afecta a unos 14 millones de animales y compromete la productividad del rodeo. Pero la presión por controlar este parásito de la carne bovina convive con otra exigencia: utilizar herramientas que combinen eficacia, inocuidad y plazos de retiro compatibles con los estándares internacionales.
La elección de un garrapaticida, por lo tanto, ya no es solo una decisión productiva, sino también una definición estratégica de política comercial. Los tiempos de carencia condicionan el manejo a campo, la programación de la faena, la trazabilidad y la confianza de los países importadores. Y, en un contexto de creciente exigencia, cualquier desvío puede tener efectos sistémicos en el mercado de la carne bovina.
Por eso, productores y veterinarios señalan que respetar los períodos de retiro no es solo cumplir la normativa vigente: es proteger la competitividad de la carne bovina argentina en los destinos más exigentes del mundo. En definitiva, el riesgo no se limita a la devolución de un embarque, sino al impacto de un incidente sanitario que puede derivar en restricciones duraderas y fuertes costos económicos para toda la cadena.
