Brucelosis porcina: Conicet avanza en una vacuna clave para animales y humanos

Un equipo de científicos del Conicet está a un paso de lograr una vacuna innovadora contra la brucelosis porcina, que podría cambiar el rumbo de la lucha contra una enfermedad silenciosa pero devastadora: la brucelosis porcina. Esta afección, de origen zoonótico, no solo compromete la producción porcina sino que representa un riesgo real para la salud humana, especialmente en trabajadores rurales y del ámbito agroindustrial.
Hasta ahora, solo existían vacunas preventivas para bovinos y caprinos. Sin embargo, la brucelosis porcina continúa siendo una deuda pendiente, sin soluciones eficaces para evitar su transmisión. En este contexto, el avance de los investigadores del Conicet representa un paso decisivo para el desarrollo de una vacuna específica que podría reducir los contagios, evitar pérdidas económicas y proteger a trabajadores expuestos.
¿Qué es la brucelosis porcina?
La enfermedad es causada por la bacteria Brucella suis, una de las variedades del género Brucella. Se trata de una enfermedad infectocontagiosa que se transmite principalmente por contacto directo con animales enfermos o con sus productos contaminados, como carne y derivados. En el ámbito rural, peones, empleados de frigoríficos y veterinarios están entre los más expuestos.
El Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) subraya su impacto económico, debido a que en animales provoca abortos, infertilidad y disminución de la productividad, lo que genera serias pérdidas en el sector porcino. A nivel de salud pública, preocupa su capacidad de infección en humanos, donde puede provocar fiebre prolongada, dolor muscular y afectaciones en distintos órganos.

Una estrategia científica innovadora
En este marco, un equipo del Conicet liderado por las investigadoras Magalí Bialer, Florencia Muñoz González y Mariana Ferrero trabaja en una estrategia de inmunización innovadora. El punto central del estudio es una proteína clave de la bacteria llamada MapB, ubicada en su membrana. Esta proteína es fundamental para mantener la estructura celular de Brucella suis y podría funcionar como blanco para el diseño de nuevas vacunas.
La investigación se enfoca en el uso de vesículas de membrana externa (OMVs, por sus siglas en inglés), pequeñas estructuras que la bacteria libera de forma natural y que contienen varios de sus componentes, sin incluir a la bacteria completa. Esto permite desarrollar vacunas acelulares, que tienen una ventaja fundamental: no pueden causar la enfermedad, pero sí generar una respuesta inmunológica eficaz.
“Estas vesículas pueden utilizarse como vacunas porque estimulan el sistema inmunológico sin riesgo de infección. En los ensayos realizados en roedores, demostramos que los animales vacunados presentaron una disminución significativa en el ingreso de la bacteria en su organismo”, explicó Bialer.

En paralelo, los investigadores analizaron sueros de cerdos infectados de manera natural con Brucella suis y detectaron que estos reconocían los antígenos presentes en las OMVs, lo que sugiere que estas estructuras contienen los elementos necesarios para activar defensas también en el hospedador natural, es decir, los propios cerdos.
“Es un paso muy importante hacia una solución concreta”, afirmó Muñoz González. “Este tipo de vacuna permitiría proteger tanto a los animales como a las personas que trabajan con ellos, disminuyendo además el impacto económico para los productores”.
Una amenaza global con epicentro en Argentina
El avance cobra relevancia si se considera el contexto sanitario: Argentina registró el mayor número de casos confirmados de brucelosis entre 2019 y 2023, mientras que a nivel global se reportan más de 500.000 casos humanos por año, con 2.400 millones de personas en riesgo, según cifras del estudio.

La vacuna en desarrollo podría ser una herramienta crucial para cambiar el paradigma de prevención en esta enfermedad desatendida. Además, posicionaría a Argentina a la vanguardia en biotecnología veterinaria, con impacto directo en la salud pública, el bienestar animal y la competitividad del sector agropecuario.
Con los primeros resultados alentadores en fase preclínica, el desafío ahora será avanzar hacia ensayos en animales de producción y, más adelante, en la obtención de aprobaciones regulatorias. La ciencia nacional está cerca de lograr un hito con potencial global.