Boca venció 2-0 a Tigre y terminó primero en la Zona A del Clausura
Boca volvió a cumplir con su objetivo y cerró la fase regular en lo más alto de la Zona A del Torneo Clausura, confirmando un semestre de crecimiento tanto futbolístico como a nivel resultados. Después del triunfo en el clásico y la clasificación a la Libertadores, el equipo de Claudio Úbeda sumó otro paso firme en su evolución.
El Xeneize atraviesa un tramo en el que la identidad se afianza: presión alta, control territorial y decisión para jugar en campo rival. Ese conjunto de ideas, antes intermitente, hoy aparece con mayor regularidad.
Tigre resistió y complicó más de la cuenta
Aun así, el duelo no fue sencillo. Tigre planteó un bloque compacto y le cerró los caminos más claros a Boca, obligándolo a circular sin profundidad. La presencia de Herrera, Delgado, Paredes y Barinaga otorgó manejo, pero también una falta evidente de desmarque y cambio de ritmo. Palacios no lograba recibir en tres cuartos y tampoco aparecía el desnivel de Zeballos.
Los avances del local se volvieron repetitivos y previsibles, con ataques que terminaban en envíos largos o pases anunciados. Solo cuando Ander Herrera se cerraba y liberaba la subida de Barinaga aparecía algo distinto, aunque Boca no lo explotó del todo. El que más logró romper la monotonía fue Zeballos, el único con desborde natural, pero sin la influencia de otros partidos.

Tigre, fiel a su libreto, esperó para salir rápido. La más clara del primer tiempo fue suya, con un remate de López que Marchesín salvó de manera formidable. Los dos atacantes del Matador, uno de ellos hijo de Miguel Ángel Russo, se mostraron peligrosos y hábiles para sostener la pelota sin mucha compañía.
La posesión no alcanzaba
Boca manejó la pelota con autoridad —casi un 80% de posesión—, pero esa superioridad territorial no se transformaba en profundidad ni llegadas de gol. Úbeda mantuvo su plan y Tigre retrocedió aún más, replegado cerca de Zenobio, que a pesar de ello no sufría grandes sobresaltos.
Zeballos generó una de las pocas acciones claras: desbordó y habilitó a Paredes, cuyo remate cruzado obligó a una gran intervención de Zenobio. En el otro arco, Barinaga corrigió un error de Costa y evitó un mano a mano peligroso para el Matador.
Por momentos, el partido reclamaba la entrada de Zenón o Aguirre, jugadores capaces de cambiar ritmos en los últimos metros del ataque. Pero el quiebre llegó de manera más clásica y efectiva.
El gol que cambió todo
La apertura del marcador nació en un balón detenido. Paredes ejecutó con precisión y Ayrton Costa anticipó a todos para peinar la pelota al segundo palo y firmar el 1-0. Ese tanto derrumbó la resistencia de Tigre y abrió un escenario completamente distinto. Desde ese momento, Boca fue amo y señor en una Bombonera que se venía abajo.

Con el resultado a favor, Úbeda reacomodó su ataque: Cavani regresó al doble nueve, Zeballos se retrasó y Boca comenzó a encontrar espacios frente a un Tigre obligado a adelantarse. Para el visitante, que necesitaba ganar para asegurar su clasificación, el golpe fue fuerte. En ese contexto llegó la jugada del segundo tanto: penal para el local y Cavani lo transformó en el 2-0 definitivo, sellando un triunfo clave y volviendo al gol después de mucho tiempo de inactividad.
Sin necesidad de brillar, Boca volvió a demostrar que sabe resolver partidos complejos. Esa capacidad de imponerse aun en jornadas poco lucidas es hoy un rasgo de madurez que antes no se veía. El Xeneize finalizó primero en su zona y llega a los playoffs con confianza, orden y la sensación de que, incluso cuando le cuesta, siempre termina encontrando el modo de ganar.
