Boca le ganó 2-0 a River en la Bombonera y selló su clasificación a la Copa Libertadores 2026
Boca venció 2-0 a River en la Bombonera, en un Superclásico cargado de tensión y significado deportivo. Exequiel Zeballos fue la figura absoluta, con un gol decisivo y una asistencia a Miguel Merentiel para liquidar el encuentro. La victoria, además de lo simbólico, le permitió al Xeneize asegurar su clasificación a la Copa Libertadores 2026 y recuperar el liderazgo de la Zona A del Torneo Clausura con 26 puntos. La Bombonera celebró como en los grandes días, marcando un quiebre emocional tras temporadas de frustraciones.
Para River, la derrota profundiza una crisis sostenida, incluso después de la renovación del vínculo con Marcelo Gallardo por un año más. El equipo acumula ocho derrotas en sus últimos diez partidos, un registro que preocupa a la dirigencia y a los hinchas. El Millonario quedó sexto en la Zona B y comprometió su lugar en Pre-Libertadores, con Riestra y Argentinos Juniors pisándole los talones.
Zeballos, determinante en los momentos clave
El primer gol llegó sobre el final del primer tiempo, en una jugada directa que rompió el equilibrio. Un envío largo de Ayrton Costa buscó a Giménez, que forcejeó con Paulo Díaz, y la pelota derivó en Zeballos. El Changuito remató, Armani dio rebote y el 10 no perdonó: definió al arco descubierto para el delirio de los hinchas. River protestó una falta previa, pero el VAR confirmó el tanto, quedando expuesto el desorden emocional del equipo visitante.

Con la ventaja, Boca jugó con otra confianza, controlando el ritmo y el terreno. River, en cambio, se mostró impreciso, ansioso y sin una idea clara de progresión. La diferencia de convicción se hizo evidente. Boca se fue al descanso con el partido bajo control, algo que supo sostener con solvencia durante todo el complemento.
El segundo tiempo y el golpe definitivo
Apenas comenzó el complemento, Boca encontró el 2-0. Zeballos encaró con determinación por la izquierda, superó a su marcador y asistió a Merentiel, que definió de primera. La Bombonera explotó y el clásico comenzó a inclinarse de manera definitiva en favor del conjunto auriazul.
Boca no buscó golear, sino administrar con inteligencia. Hubo ocasiones para ampliar, como dos remates de Giménez y otra acción anulada por offside, pero el equipo priorizó sostener el control antes que desbordar en ataque. Úbeda entendió el contexto: el partido pedía manejo y serenidad, y su equipo ejecutó el plan con madurez.
Gallardo no encontró respuestas
En River, el esquema inicial con cinco defensores no funcionó. La idea de un partido largo y controlado se desmoronó con el primer gol sobre el final de la primera mitad. Gallardo probó con Juanfer Quintero, luego con Galoppo y Borja, pero nada alteró el desarrollo. El equipo perdió orden, confianza y claridad, mostrando una fragilidad desconocida en otras etapas del ciclo.
El Millonario terminó sin estructura y sin convicción, situación que preocupa incluso más que los resultados. A nivel institucional, la dirigencia queda condicionada tras haber renovado el vínculo del entrenador en pleno bajón futbolístico.

Una victoria que trasciende el resultado
Para Boca, el triunfo significó mucho más que tres puntos. Fue una recuperación de confianza, una muestra de carácter y una ratificación de un proyecto que parecía inestable pero encuentra cohesión. El equipo fue sólido, estratégico y emocionalmente fuerte en un clásico que exigía precisión en cada detalle.
La Bombonera celebró con euforia porque la victoria tuvo implicancias deportivas y simbólicas. Boca clasificó a la Libertadores, recuperó la punta y venció a su rival histórico en un momento determinante de la temporada. Un resultado que se escribe en las páginas grandes, donde los clásicos no solo se juegan: se sienten, se sostienen y se recuerdan.
