Biofortificación: Argentina a la vanguardia en un camino hacia alimentos más nutritivos

En un contexto global donde la “hambre oculta” afecta a más de 3.200 millones de personas, la biofortificación emerge como una estrategia clave para mejorar la calidad nutricional de los alimentos. En Argentina, un país con una vasta producción agrícola, se perfila como líder mundial en este campo, gracias al impulso de expertos y la adopción de tecnologías innovadoras que incrementan el contenido de minerales esenciales en los cultivos.
Así lo aseguró Ismail Cakmak, reconocido especialista internacional en nutrición de cultivos, durante un seminario organizado por la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (FAUBA) y Fertilizar. El experto, pionero en demostrar el impacto del zinc en cultivos de trigo y maíz en Turquía, explicó que Argentina tiene un enorme potencial para producir granos biofortificados —es decir, cultivos que incorporan minerales como zinc, fósforo y azufre desde la producción en campo— y exportarlos a mercados con deficiencias nutricionales, generando además un diferencial de valor en el mercado internacional.

¿Qué es la biofortificación y por qué es crucial?
La biofortificación consiste en mejorar el contenido de nutrientes esenciales en los granos mientras la planta crece, mediante la aplicación de fertilizantes minerales específicos. Esta técnica combate la llamada “hambre oculta”, un problema silencioso que consiste en la deficiencia de minerales fundamentales —como zinc, selenio, yodo o hierro— en la dieta de millones de personas. Aunque estas personas pueden sentirse satisfechas al comer, sus cuerpos sufren por la falta de estos nutrientes clave, lo que afecta su salud y desarrollo.
“El hambre oculta no se ve a simple vista, pero tiene consecuencias graves para la salud pública”, destacó Cakmak. En este sentido, la biofortificación se posiciona como una herramienta estratégica no solo para la seguridad alimentaria, sino también para mejorar la salud global a través de alimentos más nutritivos.

Argentina: un terreno fértil para la biofortificación
El especialista turco resaltó que en la región pampeana, la principal zona agrícola del país, hay una creciente preocupación por los niveles bajos de fósforo, azufre y zinc en los suelos. “Cada año se extraen más nutrientes de los que se reponen, lo que empobrece los suelos y afecta la calidad de los cultivos y alimentos”, explicó. Esta situación es particularmente delicada en el cultivo de soja, que presenta una mayor brecha entre la extracción y reposición de nutrientes, lo que pone en riesgo su productividad y calidad. Por lo tanto, la biofortificación resulta clave.
Cakmak señaló además que una adecuada nutrición mineral en las plantas contribuye a mitigar los efectos negativos de diversos factores de estrés, como sequías, temperaturas extremas y enfermedades. “Si los suelos son pobres en minerales, los cultivos tienen menos capacidad para tolerar estos estreses, ya sean bióticos —como plagas y enfermedades— o abióticos —como el calor o la falta de agua”, detalló.
¿Qué lugar ocupan los productos biológicos?
Sobre el rol de los productos biológicos —bioestimulantes y microorganismos que mejoran la disponibilidad de nutrientes— Cakmak fue claro: “No pueden reemplazar la fertilización mineral, pero sí complementarla”. Estos productos ayudan a movilizar y solubilizar nutrientes en el suelo, facilitando su absorción por la planta, pero no pueden aportar las cantidades que la planta realmente necesita.

Como ejemplo, el experto explicó que una hoja que pesa 100 gramos requiere alrededor de 3 gramos de potasio y 5 gramos de azufre, cantidades que no se pueden obtener exclusivamente con productos biológicos. “El biológico puede ayudar, pero la base debe ser una correcta fertilización mineral”, concluyó.
Un futuro promisorio para Argentina
Argentina, con su capacidad productiva y científica, está en condiciones de convertirse en un referente mundial en la producción de granos con biofortificación. Este liderazgo no solo implicaría beneficios económicos para el sector agrícola, al agregar valor a sus productos en el mercado internacional, sino que también tendría un impacto social significativo, contribuyendo a combatir el hambre oculta a nivel global.
El camino hacia alimentos más nutritivos y sostenibles ya está trazado. La combinación de investigación, innovación y políticas de fomento posiciona a Argentina en la vanguardia de una revolución silenciosa que puede transformar la salud de millones, empezando por la nutrición básica en cada grano sembrado.