Estados Unidos flexibiliza aranceles agrícolas, pero mantiene un 40% exclusivamente para Brasil


La administración de Donald Trump dio un nuevo giro en su política comercial al anunciar la reducción de aranceles agrícolas para la mayoría de los exportadores, una decisión que busca contener precios internos y mejorar el abastecimiento de alimentos. Sin embargo, la medida no será universal: Brasil quedó explícitamente excluido y continuará enfrentando un gravamen del 40%, una carga que amenaza su competitividad en el mercado estadounidense.

Un cambio inesperado en la estrategia comercial

El gobierno oficializó la decisión el 13 de noviembre, revirtiendo parcialmente la política arancelaria aplicada meses atrás. En abril, Washington había endurecido los aranceles agrícolas con el argumento de fortalecer la reciprocidad comercial, lo que generó tensiones con varios socios.

Con el nuevo esquema de aranceles agrícolas, se levantan los aranceles recíprocos que afectaban a carne vacuna, café, té, frutas tropicales, bananos, tomates y jugos, entre otros productos. La modificación implica un alivio inmediato para importadores y cadenas de suministro, que enfrentaban mayores costos desde mediados de año.

En el caso de la carne —uno de los rubros más sensibles del intercambio agroalimentario— se restablece el arancel cero dentro de cuota y se elimina el recargo del 10% fuera de cuota, un cambio que restablece condiciones previas a la última ronda de aumentos.

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Reacción positiva de los exportadores y recuperación de la previsibilidad

La flexibilización de los aranceles agrícolas tuvo una recepción favorable entre productores y gobiernos de América Latina, Oceanía y Europa. Los exportadores recuperan previsibilidad tras meses marcados por incertidumbre, renegociación de contratos y distorsiones en precios.

Para muchos de ellos, el retorno a un esquema de aranceles agrícolas más laxo permite reactivar envíos y recuperar márgenes de rentabilidad, afectados por la suba de costos logísticos y aduaneros. Además, la decisión incluye reembolsos para importaciones realizadas desde el 13 de noviembre, lo que acelera la normalización del flujo comercial.

La medida también tiene impactos internos: Estados Unidos busca asegurar un abastecimiento más estable de alimentos básicos, en momentos en que la inflación continúa siendo uno de los principales desafíos de la administración Trump.

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Brasil queda afuera del alivio

El único país que no se beneficiará con la flexibilización de aranceles agrícolas es Brasil. La Casa Blanca resolvió mantener un arancel del 40% para productos clave como carne vacuna y café, lo que constituye uno de los gravámenes más altos del sistema comercial estadounidense.

Especialistas describen esta carga como “punitiva”, ya que coloca a Brasil en una situación especialmente desfavorable respecto de sus competidores regionales. Mientras otros países recuperan acceso pleno al mercado, Brasil queda aislado en un régimen más costoso y restrictivo, con un impacto directo sobre su industria agroexportadora.

La administración Trump no ofreció explicaciones precisas sobre la exclusión brasileña. En su anuncio, solo mencionó motivos vinculados a la “seguridad económica y comercial”, una formulación que deja abiertas interpretaciones sobre posibles tensiones políticas o estrategias geopolíticas específicas.

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Efectos regionales y señales sobre la política exterior estadounidense

La permanencia de aranceles agrícolas para Brasil genera repercusiones en toda la región. El país sudamericano, líder en exportaciones de carne y café, enfrenta ahora un deterioro de su posición competitiva, mientras sus vecinos vuelven a operar sin barreras adicionales.

Para analistas en comercio exterior, la decisión revela que la política arancelaria de la administración Trump será selectiva y no generalizada, priorizando intereses estratégicos por sobre criterios multilaterales. Esto modifica el equilibrio regional y podría agudizar las tensiones entre Washington y Brasilia en los próximos meses.

Mientras la mayoría de los exportadores celebran un alivio largamente esperado, Brasil queda ante el desafío de sostener su presencia en el mercado estadounidense bajo condiciones significativamente más duras, sin señales claras de que el escenario cambie en el corto plazo.