La alfalfa gana terreno en Mendoza a la par del crecimiento ganadero


En una provincia como Mendoza históricamente asociada con la vid, los frutales y las hortalizas, un nuevo protagonista comenzó a expandirse de manera sostenida en los últimos años: la alfalfa. Lo que parecía un cultivo marginal en un territorio dominado por la vitivinicultura hoy se posiciona como una alternativa estratégica para productores que buscan rentabilidad, estabilidad y adaptación climática frente a escenarios cada vez más adversos.

De cultivo tradicional a opción de reconversión

Aunque pueda sorprender a primera vista, la alfalfa no es ajena a la historia agrícola de Mendoza. Según especialistas, el actual auge del cultivo es, en realidad, un revival de una actividad que tuvo gran importancia hasta finales del siglo XIX, cuando el engorde de ganado vacuno era un eje económico previo al avance del ferrocarril y la expansión de los viñedos.

Departamentos como Santa Rosa, San Martín, Rivadavia, el Valle de Uco y Luján de Cuyo supieron albergar grandes extensiones dedicadas al forraje.

La demanda ganadera, un motor clave para su expansión

El crecimiento de la ganadería local y la necesidad de contar con forraje de calidad impulsaron la reconversión de cientos de hectáreas. Andrés Vavrik, delegado del Ministerio de Producción en la zona Sur, señaló de acuerdo a Infocampo que la tendencia sorprendió incluso a las autoridades: “La rentabilidad y el bajo riesgo llevaron a muchos productores a elegirla por encima de cultivos tradicionales”.

A esto se suma que provincias vecinas como San Luis también vienen promoviendo polos alfalferos, lo que amplifica la demanda regional. Para muchos productores mendocinos, la alfalfa ofrece un mercado seguro y permanente, incluso más allá de los límites provinciales.

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Ventajas productivas en un clima adverso

La alfalfa se adapta con eficiencia a las condiciones climáticas de Cuyo. Su resistencia a fenómenos habituales como granizo y heladas, su condición de cultivo plurianual y la posibilidad de realizar hasta siete cortes por temporada, la convierten en una alternativa de bajo riesgo.

Además, presenta beneficios agronómicos: mejora la sanidad y estructura del suelo, algo especialmente relevante para productores que están en transición o buscan recuperar fincas deterioradas por años de contingencias.

Zonas en expansión: del Sur al Este provincial

Los departamentos de General Alvear y San Rafael muestran un crecimiento sostenido, pero el fenómeno también se extiende en el Este mendocino, donde la alfalfa encuentra suelos aptos, buena insolación y sistemas de riego consolidados. Sin embargo, allí aparecen desafíos particulares.

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El asesor técnico Diego Guerrero explicó que el avance reciente está ligado a proyectos con riego por aspersión mediante pivotes, aunque la dependencia del agua subterránea y los altos costos energéticos limitan su expansión. “Tenemos buenas condiciones naturales, pero el riego encarece el proceso”, advirtió.

Rentabilidad: por qué la alfalfa sola no alcanza

Aunque la producción de heno tiene mercado, Guerrero aclaró que la verdadera rentabilidad aparece cuando el forraje se transforma en proteína animal, mediante recría o engorde. Por ello, la expansión del cultivo está estrechamente vinculada al crecimiento ganadero.

Otro desafío es la falta de mano de obra calificada para tareas vinculadas al corte, hilerado y enrollado. Según Vavrik, muchos productores están invirtiendo en maquinaria o adquiriendo servicios de terceros ante la escasez de operarios capacitados.

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Alvear: crédito y política pública para impulsar el crecimiento

En General Alvear, la intendencia adoptó una estrategia que denominan “complementación productiva”, evitando términos como “reconversión” por su impacto cultural entre productores tradicionales. El municipio, junto con Mendoza Fiduciaria, lanzó una línea de financiamiento que otorga un millón de pesos por hectárea hasta un máximo de cinco hectáreas por productor.

El director de Agricultura del departamento, Agustín Anzorena, destacó que ya se financiaron unas 400 hectáreas nuevas, y que la superficie total ronda las 2.500 hectáreas si se incluyen aquellas no formalizadas.

Un cultivo que no reemplaza: complementa

Para Anzorena, la alfalfa surge como respuesta a años de crisis productivas, campos abandonados y contingencias climáticas recurrentes. “No es un reemplazo, sino un complemento. Y los resultados ya se empiezan a ver”, aseguró.

En un escenario donde la agroganadería cobra protagonismo, la alfalfa se consolida como una herramienta estratégica que permite diversificar ingresos, mejorar suelos y sostener la actividad en zonas donde otros cultivos han perdido competitividad.