Achaparramiento del maíz: MBS y otros agentes causales desafían al cultivo

El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) confirmó que la enfermedad conocida como achaparramiento del maíz no responde a un único agente, sino a un complejo dinámico de fitoplasmas, virus y vectores, lo que plantea nuevos desafíos para el manejo del cultivo en Argentina. La investigación, realizada por el Centro de Investigaciones Agropecuarias (CIAP) y el Instituto de Patología Vegetal (IPAVE), muestra un aumento en la incidencia del fitoplasma Maize Bushy Stunt (MBS), hasta ahora considerado marginal.
Durante la campaña 2023-2024, el achaparramiento del maíz provocó pérdidas estimadas entre el 10 y el 15% de la cosecha nacional, afectando la producción de maíz en varias provincias. Hasta ahora, el Corn Stunt Spiroplasma (CSS) se consideraba el principal agente causal, acompañado por virus como Maize Rayado Fino y Maize Striate Mosaic, mientras que el fitoplasma MBS tenía presencia limitada
Hallazgos del estudio y relevancia del MBS
El estudio prospectivo del IPAVE-INTA, en colaboración con especialistas en virología y entomología, analizó muestras de siete provincias, revelando que el 60% de las muestras resultaron positivas para fitoplasmas, el 43% para CSS y el 29% presentaron infecciones mixtas.

Franco Fernández, biólogo y coordinador del nodo de secuenciación genómica del CIAP, explicó que “el achaparramiento del maíz no responde a un único agente causal, sino a un complejo dinámico y diverso, cuya composición puede variar según la región y la campaña”.
Los muestreos realizados en Córdoba durante 2025 mostraron una disminución en la incidencia de CSS y MBS respecto del año anterior, lo que se atribuye a la combinación de factores climáticos, prácticas preventivas y dinámica poblacional de la chicharrita del maíz (Dalbulus maidis). Esto confirma que la epidemiología de la enfermedad es más compleja de lo que se pensaba.
MBS como nuevo fitoplasma
El MBS fue recientemente propuesto como una nueva especie, “Candidatus Phytoplasma zeae”, actualmente en revisión científica. Fernández detalló que se trata de un microorganismo altamente adaptado a los tejidos vasculares del maíz, que interfiere con los reguladores del desarrollo y provoca alteraciones morfológicas, especialmente en la formación de brotes y mazorcas.
Este hallazgo resalta la necesidad de revisar las estrategias de manejo, incorporando el conocimiento sobre bacterias, fitoplasmas, virus y vectores en un enfoque integrado.

Perspectivas de manejo e investigación
El grupo de fitoplasmas del IPAVE-INTA trabaja en mejorar los métodos de diagnóstico molecular, utilizando herramientas más sensibles y específicas, y en estudios de diversidad genética para identificar nuevos agentes causales.
Fernández señaló que el manejo del achaparramiento del maíz “debe contemplar la complejidad del sistema, evitando focalizarse en un solo patógeno”. Destacó la importancia del monitoreo permanente y el desarrollo de estrategias basadas en evidencia científica para reducir el impacto en la producción de maíz.
La investigación sobre el achaparramiento del maíz busca integrar todos los factores implicados —fitoplasmas, virus y vectores— dentro de un enfoque sistémico, que permita diseñar estrategias de manejo adaptadas a la dinámica de la enfermedad y a las distintas condiciones regionales.

Desafíos futuros
El desafío central, según los especialistas, será sostener un monitoreo continuo y profundizar la investigación interdisciplinaria, de modo de lograr un manejo efectivo y adaptado a los cambios en la incidencia de los distintos agentes causales del achaparramiento del maíz. La combinación de ciencia aplicada, diagnóstico temprano y cooperación entre productores y técnicos será clave para minimizar las pérdidas y proteger la producción maicera nacional.
Con estos avances, el INTA busca fortalecer la capacidad del sector agropecuario para enfrentar plagas emergentes como el achaparramiento del maíz, asegurando que el maíz argentino mantenga su productividad, competitividad y sostenibilidad frente a amenazas biológicas complejas. La información recolectada en campo, junto con los avances en diagnóstico molecular, permitirá tomar decisiones más rápidas y efectivas, minimizar pérdidas y proteger la calidad del cultivo.